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Dicen que nadie es completamente malo, y que nadie es completamente bueno. Ésta, es parte de la historia de alguien que deja muchas preguntas tras su muerte

Varios años antes de caer abatido en los parajes fluviales del pueblo que lo vio nacer y crecer, Evander Barradas caminaba las calles 3 y 4 de Delfín Mendoza junto a otros niños de su edad, para aquel entonces, no pasaba de los 15 años.

Pero, no pudo llegar a los 30.

Evander, líder negativo de un presunto ‘Frente de Liberación Deltana’, murió en manos de la justicia tras convertirse en objetivo militar y policial de un contingente de seguridad proveniente de la capital del país, así como de Bolívar y Monagas.

Con solo 28 años a cuestas, era la cabeza de una organización temida en el oriente del país, y se le atribuyen infinidad de delitos, incluyendo asesinatos a sueldo, robo a una entidad bancaria, entre otros.

Muchos son los que afirman que últimamente a Barradas lo movía la incitación a la violencia, el cobro de vacunas a ganaderos y productores, desmantelamiento de fincas, robo de embarcaciones y conformación de grupos irregulares integrados por jóvenes deltanos; hasta que fue divisado e interceptado por los organismos de seguridad que luego de casi una semana, recorrieron detrás de él toda la San Rafael fluvial, desde Altagracia hasta El Caimán, por tierra, agua y aire, hasta dar con el objetivo.

Con la muerte a la sombra

A los 15 años, Evander, junto a sus dos hermanas y un hermano, los sorprende la muerte de su mamá, quien por causas desconocidas decidió quitarse la vida, dejando huérfanos a tres jóvenes cuya vida cambió para siempre desde ese momento.

Quienes lo conocieron desde el principio, cuentan que su padre, ya fallecido, en aquel entonces le regaló una moto, con la que junto a un tal ‘Nino’, comenzó a delinquir, pasando de robar teléfonos, a caer tras las rejas por robar un banco en el estado Monagas, siendo trasladado a la cárcel de ‘La Pica’, convirtiéndose en ‘pran’, saliendo luego en libertad, regresando a su estado para comenzar a liderar el tráfico de drogas desde y hacia países vecinos, donde también vivió, yendo y viniendo en lanchas, e ignorando que años después, sería precisamente en este tipo de embarcaciones que traerían su cuerpo sin vida.

“Evander
robaba…, pero también repartía”

Eso dicen quienes lo consideraban un héroe de los pobres, porque basaba su accionar en despojar de pertenencias a quienes a su juicio tenían demás para repartir entre los que tenían menos, ayudando a las madres y a familias de delincuentes caídos; mientras que otros, afirman que el mismo se consideraba un activista social dispuesto a “limpiar” la realidad deltana de lo que el catalogaba como corrupción de los más poderosos.

Se dice, que hasta financió campañas electorales.

¿El fin de la
zozobra?

Sin embargo, el otro lado de la realidad ilustra a un hombre que mantenía el control delincuencial en toda la entidad y estados cercanos, mediante el robo, asesinato y control con armamento de alto calibre de gran parte de las zonas productoras de la parroquia San Rafael, por medio de una banda delictiva armada.

Ahora, aguas abajo y después de casi una semana de suspenso, de ráfagas de balas, del ruido de helicópteros y de un operativo de seguridad que estuvo a la orden del día en los temas de conversación de las familias deltanas, todos se preguntan si al terminarse con la vida de Evander se acabará también con la ola delictiva que lo envolvía, así como los delitos de terceros que él mismo denunciaba.

Solo queda esperar que el tiempo actúe y calme las aguas, para realmente saber qué deja tras de sí la muerte de Evander Barradas y de los 13 caídos que oficialmente se registraron en los dos operativos de mayor contundencia.

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