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GABRIELA MISTRAL

La Flor del Aire

Ismari Marcano Dicurú

Gabriela Mistral, la flor del aire, nació en Chile en el año de 1889 y falleció en Nueva York en el año 1957. Su nombre es un seudónimo de Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga. Fue poeta, pedagoga de amplia y reconocida trayectoria, así como diplomática.

El nombre artístico de la poetisa proviene de dos grandes escritores a quienes ella guardaba un gran cariño: Gabriele d’Annunzio y Frédéric Mistral formando el nombre con el que se dará a conocer durante el resto de su carrera pública: Gabriela Mistral.

Gabriela Mistral, la flor del aire. Es una de las poetas más importantes de la literatura latinoamericana. Su obra se caracteriza por su profundidad emocional y su compromiso con la sociedad. Su preocupación estuvo centrada en lo social. Esto era común en la intelectualidad latinoamericana de la primera mitad del siglo pasado.

Gabriela Mistral, la flor del aire,
cuenta haber encontrado el amor por la poesía al hallar unos poemas de su padre, que la había abandonado a los tres años de edad. Para ella, la poesía fue el hallazgo más importante de su vida, ya que le permitió encontrar un sendero propio y, evidentemente, la trascendencia histórica. A través de la poesía, Mistral logró conquistar el corazón del mundo, dejando una marca indeleble en la cultura latinoamericana.

Gabriela Mistral, la flor del aire.
En sus primeros años, demostró un gran interés por la educación. Su vida temprana estuvo marcada por la influencia de su hermana materna, Emelina Molina, quien era una destacada profesora. Inspirada por su hermana, Gabriela decidió seguir sus pasos y dedicarse a la carrera docente.

Gabriela Mistral, la flor del aire.
A una edad muy temprana, inició su trayectoria como maestra en distintas escuelas de Chile. Desde Traiguén hasta Punta Arenas, Antofagasta y Temuco, Gabriela enseñó en diversas ciudades del país, dejando una huella perdurable en la educación de numerosos estudiantes. Su tiempo como maestra en Temuco fue significativo, ya que fue en esta ciudad donde conoció a otro destacado poeta chileno, Pablo Neruda. Esta conexión con otros talentos literarios enriqueció su propio desarrollo como escritora y poeta.

La pasión de Gabriela Mistral por la educación y su compromiso con la formación de los jóvenes la llevaron a destacarse en su carrera docente y sentaron las bases para su posterior éxito como poetisa. Se dedicó largos años de su vida a la educación escolar y obtuvo reconocimiento internacional por ello, a pesar de que no hizo estudios profesionales en esta área, lo que le ganó la envidia de muchos a su alrededor.

Gabriela Mistral, la flor del aire. Su nivel intelectual fue finalmente reconocido y por ello, le fue concedido el título de educadora. Con esta profesión, Mistral viajaría por todo el territorio chileno y también por muchos países de América Latina, enseñando a leer y escribir a niños, obreros y campesinos. Fue una educadora insigne, y colaboró con el diseño educativo de su país y con el de México.

Gabriela Mistral, la flor del aire.
Entre las Obras que publicó en vida, podemos mencionar:
Desolación. (1922).
Lecturas para mujeres. Destinadas a la enseñanza del lenguaje. (1923).
Ternura. Canciones de niños: rondas, canciones de la tierra, estaciones, religiosas, otras canciones de cuna. (1924).
Nubes blancas: poesías. (1928).
La oración de la maestra. (1930).
Tala. (1938).
Antología, selección de la autora. (1941).
Los sonetos de la muerte y otros poemas elegíacos. (1952).
Lagar. (1954).
Recados, contando a Chile. (1957).

Gabriela Mistral, la flor del aire, tuvo muchos Reconocimientos, entre ellos, podemos mencionar:
La colaboración de Gabriela Mistral en la reforma educativa de México (cómo ya fue mencionado anteriormente), la publicación de Desolación en Estados Unidos y España, así como, sus conferencias en distintos países, fueron fundamentales para su reconocimiento internacional y para establecerla como una figura destacada en el ámbito literario y educativo a nivel global. Obtuvo su primer reconocimiento literario en 1914 con el concurso Juegos Florales de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, en el que ganó el primer lugar. Poco a poco fue adentrándose en la poesía, a la que dedicó sus energías. Así, en el año 1945 recibiría el premio Nobel de literatura, convirtiéndose en la primera latinoamericana en obtener este reconocimiento.

Gabriela Mistral, la flor del aire, tuvo una extensa Obra y entre sus poemas podemos mencionar los siguientes:

EL IMAGINERO
¿De qué quiere Usted la imagen? Preguntó el imaginero:
Tenemos santos de pino,
Hay imágenes de yeso,
Mire este Cristo yacente,
Madera de puro cedro,
Depende de quién la encarga,
Una familia o un templo,
O si el único objetivo
Es ponerla en un museo.
Déjeme, pues, que le explique,
Lo que de verdad deseo.
Yo necesito una imagen
De Jesús El Galileo,
Que refleje su fracaso
Intentando un mundo nuevo,
Que conmueva las conciencias
Y cambie los pensamientos,
Yo no la quiero encerrada
En iglesias y conventos.
Ni en casa de una familia
Para presidir sus rezos,
No es para llevarla en andas
Cargada por costaleros,
Yo quiero una imagen viva
De un Jesús Hombre sufriendo,
Que ilumine a quien la mire
El corazón y el cerebro.
Que den ganas de bajarlo
De su cruz y del tormento,
Y quien contemple esa imagen
No quede mirando un muerto,
Ni que con ojos de artista
Solo contemple un objeto,
Ante el que exclame admirado
¡Qué torturado mas bello!.
Perdóneme si le digo,
Responde el imaginero,
Que aquí no hallará seguro
La imagen del Nazareno.
Vaya a buscarla en las calles
Entre las gentes sin techo,
En hospicios y hospitales
Donde haya gente muriendo
En los centros de acogida
En que abandonan a viejos,
En el pueblo marginado,
Entre los niños hambrientos,
En mujeres maltratadas,
En personas sin empleo.
Pero la imagen de Cristo
No la busque en los museos,
No la busque en las estatuas,
En los altares y templos.
Ni siga en las procesiones
Los pasos del Nazareno,
No la busque de madera,
De bronce de piedra o yeso,
¡mejor busque entre los pobres
Su imagen de carne y hueso!

BESOS
Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.
Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.
Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.
Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.
Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.
Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.
Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.
Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien, son besos míos
inventados por mí, para tu boca.
Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.
¿Te acuerdas del primero…? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.
¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos… vibró un beso,
y qué viste después…? Sangre en mis labios.
Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.

PIECECITOS
Piececitos de niño,
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
Dios mío!
¡Piececitos heridos
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!
El hombre ciego ignora
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejáis;
que allí donde ponéis
la plantita sangrante,
el nardo nace más
fragante.
Sed, puesto que marcháis
por los caminos rectos,
heroicos como sois
perfectos.
Piececitos de niño,
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes!

AMOR AMOR
Anda libre en el surco, bate el ala en el viento,
late vivo en el sol y se prende al pinar.
No te vale olvidarlo como al mal pensamiento:
¡le tendrás que escuchar!
Habla lengua de bronce y habla lengua de ave,
ruegos tímidos, imperativos de mar.
No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave:
¡lo tendrás que hospedar!
Gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas.
Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar.
No te vale decirle que albergarlo rehúsas:
¡lo tendrás que hospedar!
Tiene argucias sutiles en la réplica fina,
argumentos de sabio, pero en voz de mujer.
Ciencia humana te salva, menos ciencia divina:
¡le tendrás que creer!
Te echa venda de lino; tú la venda toleras.
Te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir.
Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras
¡que eso para en morir!

YO CANTO LO QUE TU AMABAS
Yo canto lo que tú amabas, vida mía,
por si te acercas y escuchas, vida mía,
por si te acuerdas del mundo que viviste,
al atardecer yo canto, sombra mía.
Yo no quiero enmudecer, vida mía.
¿Cómo sin mi grito fiel me hallarías?
¿Cuál señal, cuál me declara, vida mía?
Soy la misma que fue tuya, vida mía.
Ni lenta ni trascordada ni perdida.
Acude al anochecer, vida mía;
ven recordando un canto, vida mía,
si la canción reconoces de aprendida
y si mi nombre recuerdas todavía.
Te espero sin plazo ni tiempo.
No temas noche, neblina ni aguacero.
Acude con sendero o sin sendero.
Llámame a donde tú eres, alma mía,
y marcha recto hacia mí, compañero.

CARICIA
Madre, madre, tú me besas,
pero yo te beso más,
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar…
Si la abeja se entra al lirio,
no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar…
Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar…
El estanque copia todo
lo que tú mirando estás;
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.
Los ojitos que me diste
me los tengo de gastar
en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar…

DESOLACIÓN
La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde
me ha arrojado la mar en su ola de salmuera.
La tierra a la que vine no tiene primavera:
tiene su noche larga que cual madre me esconde.
El viento hace a mi casa su ronda de sollozos
y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito.
Y en la llanura blanca, de horizonte infinito,
miro morir intensos ocasos dolorosos.
¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido
si más lejos que ella sólo fueron los muertos?
¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto
crecer entre sus brazos y los brazos queridos!
Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto
vienen de tierras donde no están los que no son míos;
sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos
y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos.
Y la interrogación que sube a mi garganta
al mirarlos pasar, me desciende, vencida:
hablan extrañas lenguas y no la conmovida
lengua que en tierras de oro mi pobre madre canta.
Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa;
miro crecer la niebla como el agonizante,
y por no enloquecer no encuentro los instantes,
porque la noche larga ahora tan solo empieza.
Miro el llano extasiado y recojo su duelo,
que viene para ver los paisajes mortales.
La nieve es el semblante que asoma a mis cristales:
¡siempre será su albura bajando de los cielos!
Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada
de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa;
siempre, como el destino que ni mengua ni pasa,
descenderá a cubrirme, terrible y extasiada.

Gabriela Mistral, la flor del aire.
En los últimos años, tuvo una vida errante, razón por la cual muere lejos de su Chile natal, en la ciudad de Nueva York.

Publicación preparada con contenido obtenido de la Web.

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