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LA VIEJA PLAZA BOLÍVAR
Blanca como los sueños

                          Por Ismari Marcano Dicurú

Blanca como los sueños, mi vieja Plaza Bolívar, renace de los recuerdos que guardo de mi pasado pueblerino, que a veces invaden con mucha nostalgia mi consciencia para así, revivir la dicha perdida de un tiempo, ya lejano… que no volverá jamás y que lucho por conservar su lugar en mi memoria.

Blanca como los sueños, con ese devenir incesante de imágenes que aturden mi mente, surge una en especial que quedó grabada por siempre en la melancolía de mis eternas remembranzas… La inolvidable Plaza Bolívar de Tucupita de antaño.

Blanca como los sueños, esta Plaza era de reluciente granito luz en armonía impecable con la cerca de cayenas que la abrazaba. No sé por cuánto tiempo existió la Plaza, pero sí recuerdo cuando el petróleo, en la década de los años 70, que trajo el dinero y progreso, la vistió con un frío concreto que hoy por hoy exhibe.

Blanca como los sueños, la vieja Plaza, escenario de las majestuosas retretas que con sus notas le daba sazón a la vida pueblerina de entonces. Retretas, que fueron el marco referencial de mis travesuras de niña, pero no por ellas dejé de apreciar, a pesar de mi corta edad, la insigne contribución cultural a este Pueblo.

Blanca como los sueños, la Plaza…  la otrora pista de patinaje en las fiestas decembrinas y la que albergaba el trono de la reina en aquellos inolvidables carnavales de papelillos y serpentinas.

Blanca como los sueños ¡La vieja Plaza!, la de citas de enamorados… y la sede de encuentros de los inocentes noviazgos clandestinos. ¡Plaza mía!, cofre de muchas joyas de mis alegrías de niña.

Blanca como los sueños, mi Plaza fresca y sombreada, donde los abuelos leían la prensa vespertina fumando tabaco y donde los zagaletones se sentaban en espera de poder admirar a las bellas adolescentes que regresaban del Liceo.

Blanca como los sueños ¡Oh Plaza!, lugar apacible donde los tucupitenses podían sentarse sin temor, ni malicia a esperar la llegada de un gentil limpia botas… humilde y servicial… amigo de todo el Pueblo.

Blanca como los sueños… ¡Mi Plaza Bolivar de antaño… ¡De reluciente granito luz!, alegre lugar, centro de reunión, esparcimiento y picarescas charlas, después de la salida del cine, todas las noches de domingo.

Blanca como los sueños, mi Plaza ¡Cuánto daría yo! para que mi casi adolescente hijo pudiera escuchar las notas de una Orquesta de Pueblo como cariñosamente decía mi tío Anibita… lamentablemente ya fallecido. ¡Cuánto daría yo! para que las tremenduras angelicales de mis futuros nietos tuvieran el fondo musical de una de esas retretas en las noches frescas de verano. Por verlos esconderse entre la cerca de rojas y ¡hermosísimas cayenas!… por mirarlos correr por el blanco piso y… trepar la singular tribuna de color ¡blanco mágico!, sitial de las retretas, cuyas notas… ¡Aún retumban en mi niñez!…  quedada en el tiempo!

Blanca como los sueños.. ¡Mi vieja Plaza Bolívar de Tucupita!… ¡Aquella!… ¡La misma!…  que se niega a morir en la memoria de muchos de sus habitantes.

Publicación basada en el artículo de opinión de Ismari Marcano, publicado en el periódico Notidiario, Tucupita. año 2004. 

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