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Por Enrique Ochoa Antich

No sé si fue oportuno, o incluso si fue tardío, pero el deslinde claro y, ojalá, terminante de Manuel Rosales con el extremismo de oposición debe ser celebrado. Siempre lamenté que en 2014, cuando aquella infame irresponsabilidad llamada de La Salida (animada por López y Machado), no fuese él quien timonease a UNT pues andaba exiliado. Ese año, muchos planteamos la urgencia de un deslinde al interior de la MUD entre demócratas y extremistas. Si Rosales hubiese estado en Venezuela, tengo el pálpito de que ese deslinde se hubiese producido, y así nos habríamos ahorrado la deriva extremista que se inició en 2016 a raíz del bloqueo del referendo revocatorio.

Quienes desde las trincheras extremistas de la oposición (en particular, desde el machadismo) disparan invectivas y vituperios contra Rosales, habiendo cometido sus mismos errores y aún en mayor grado, olvidan que la primera derrota electoral de Chávez fue la del referendo de la reforma constitucional de 2007, y puedo testimoniar (pues tengo el orgullo de haber participado de la dirección que provocó aquel «golpe de timón» que comportó en 2006 el regreso a la ruta electoral) que ésa fue una contienda capitaneada por Rosales (como lo reconoció todo el liderazgo opositor y el mismo Chávez, quien volcó su resentimiento en la persecución de su principal adversario hasta llevarlo al exilio). Aquella vez, mientras Rosales, Petkoff, UNT y PJ, recuperábamos al voto como instrumento de lucha y cambio, Machado andaba clamando por continuar la ruta abstencionista que impuso desde SÚMATE en 2005, lo que permitió a Chávez controlar todos los Poderes. En 2007, la prédica abstencionista de Machado estuvo a punto de darle la victoria a Chávez, pues debido a ella, lo que pudo haber sido una victoria holgada fue una muy estrecha. Es decir, Machado andaba colaborando con Chávez, mientras Rosales lo combatía.

Esa victoria, y antes las candidaturas de Petkoff, Borges y Rosales en 2006, desbrozaron la ruta democrática, que permitió luego la conquista de las principales gobernaciones y alcaldías en 2008 y 2009, el hecho político extraordinario de que la MUD obtuviese más votos que el PSUV en 2010, y la obtención de una mayoría de 2/3 en la AN en 2015. Esfuerzo y capital político pacientemente acumulado durante una década, que la deriva extremista de 2016-2020 echó al cesto de la basura.

Rosales, sí, cometió a mi modo de ver el error monumental de dejarse arrastrar por esa hojarasca extremista. En 2019 y 2020 les escribí a él y Ramos y Capriles dos notas exigiéndoles se separaran del llamado «interinato» y de su política tutelada por los EEUU (aquí una de ellas: Enrique Ochoa a Ramos Allup, Rosales y Capriles: ¿Ven el papel de segundones del extremismo que están cumpliendo? https://contrapunto.com/nacional/politica/enrique-ochoa-a-ramos-allup-rosales-y-capriles-ven-el-papel-de-segundones-del-extremismo-que-estan-cumpliendo/). Incluso incurrió en el gravísimo desliz de autorizar que su partido se adentrara en ese lodazal que fue la administración de bienes de la república en el exterior por parte de Guaidó y su gobierno de mentirijillas. De esta suerte, el G3 se desprestigió de tal forma que alimentó el caldo de cultivo que hizo posible a Machado, quien, aún siendo corresponsable de todo, con un truco de prestidigitador aparece distanciada del gobierno y del G4 a un mismo tiempo, y en un acto de contorsión formidable, pretende ser de extrema derecha y de centro a la vez.

Sí, Rosales cometió muchos errores, y no de pequeña monta. Pero en cualquier caso es válido rectificar, cuando se hace de veras, razonadamente, y no como una treta y una simulación. Creo que éste segundo es el caso de Machado.

Que Rosales no sólo hable de voto sino de su crítica a las sanciones, amplía el valor de ese deslinde. Este artículo pudo haberse titulado

La ruta democrática no es sólo votar

pues, en efecto, es mucho más que eso. Ruta democrática es propiciar un cambio en paz, democrático  y electoral, sí, pero pacífico, pactado e inteligenciado con el gobierno, y soberano, no tutelado por algún poder internacional. Rosales ha condenado la sanciones. Rosales ha rechazado una intervención militar extranjera. Rosales ha mostrado su disposición a dialogar y cohabitar con el PSUV para hacer del cambio algo viable. Y, last but not least, Rosales ha mostrado interés en encontrarse con sectores de la otra oposición, la que se expresa principalmente en las candidaturas de Ecarri, Rausseo y Martínez.

Así que los extremistas deberían tener un íntimo y sincero acto de contrición antes de lanzar anatemas contra quienes se atreven a dar los pasos que ellos no han dado ni darán nunca jamás. Ojalá que, deslindándose de sus extremistas, Rosales pueda ayudar a construir un puente entre las dos oposiciones, las que sumadas no sólo están en capacidad de ganar en 2024, sino lo que es tan o aún más importante: asegurar que a partir de 2025 la transición del autoritarismo a la democracia se haga en paz, que es la condición de su éxito.

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