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Salir de manera no programada de mi hogar a la buena de Dios a correr riegos por estar creyendo en personas que se le llaman “familia”, la salida fue anticipada por supuesta gravedad de la mamá de mi esposa, esto fue el 26 de enero 2021, y la entrega de los menores a su mamá Evelyn. El recorrido se hizo en carro, que no reunía el 100 % de seguridad para emprender un viaje de unos 1200 kms. Aproximados, que es la distancia que hay desde Tucupita, capital del estado Delta Amacuro, hasta el estado Carabobo específicamente al Municipio Guacara.

Días antes regale la mayoría de mis pertenencias, solo empaqué los que creí lo estrictamente necesario. De manera de dejar atrás todo. El carro un optra 2007, regalo de uno de los hijos de mi esposa, fue medio acondicionado, para tan largo viaje, monté un caucho nuevo en la parte delantera y llevaba 3 con lonas recauchados (los traseros y el repuesto),

La salida fue a las 6 am, por mi parte sin retorno, allí deje a uno de mis hijos, y el alma hecha una página de mi vida, como salimos sin prisa, peso sin pausa, al pasar la entrada del Municipio Uracoa a unos 100 kms de la salida se dañó uno de los cauchos traseros, imagínese usted, amigo lector lo que eso implicaba, para el viaje, se lo cuento: 1ro, bajar todos los equipaje de los que viajábamos, que fueron el menor Enyerbeth, los adolescentes Jarelys y Gabriel, mi esposa y por su puesto el que narra. Bueno sigo con el cuento, el caucho de repuesto esta al final conjuntamente con las herramientas en una vía de poco tráfico de dos canales mi esposa auxiliándome en lo que consideraba que me ayudaba (se lo agradecí), luego del cambio de caucho a meter el equipaje de nuevo en el mismo sitio donde se acomodó al principio ya que aparte del equipaje llevaba 40 litros de gasolina, previendo cualquier escasez de combustible por el camino ya que no era regular el suministro del combustible. Bueno seguimos el viaje, mi esposa comunicándose con Evelyn, Alkkangel y Allfredo, poniéndoles al tanto de todo en el viaje, porque ellos se comprometieron a proporcionarnos lo que necesitábamos en el viaje, seguimos hasta el municipio Libertador en la comunidad de Temblador, donde me toco buscar una cauchera de manera de comprar un caucho hasta que por fin se logró ubicar una donde, otra vez desocupar el baúl. Salimos ya casi al medio día, pero tranquilo y sin afán, rogándole a Dios nos librara de todo mal y peligro, en el camino surtimos de gasolina 20 dólares,  a las 5:30 aproximadamente estábamos en Boca de Uchire, buscando una cauchera de manera de comprar un caucho, para estar más seguro, a esa hora no lo conseguí y nos hospedamos en una posada pagando 30 dólares, donde los niños disfrutaron de la piscina, una cena y un descanso en una cama.

Al amanecer del día siguiente (27 de enero), salimos en nombre de Dios, encontrándonos con una estación donde surtían gasolina subsidiada por número de placa y aproveche ya que correspondía con la del carro, allí mismo conseguimos un caucho usado en buenas condiciones en 20 dólares, y en la espera lo instalamos de una vez, prosiguiendo el viaje destino a Guacara estado Carabobo.

En la salida de Caracas, completamos el tanque de gasolina con uno de los bidones 20 litros, que llevamos de reserva, mientras trasegamos, todos aprovechamos en orinar, comer e hidratarnos, prosiguiendo sin novedad el viaje, y por dentro nos mostrábamos alegre, se nos veía en el brillo de los ojos de cada uno de los que viajábamos, por estar más cerca del destino y donde nos esperaban. Ya cayendo la tarde entramos a la 5ta calle de la Libertad.

Dentro de la estadía en Guacara se vio el deteriorado estado de salud de la señora Salome, donde desde la misma llegada mi esposa la tomo a su cuidado y atención, los niños pasaron su tiempo en sus juegos y visitas al resto de familiares, por mi parte en las colas de los surtidores de combustibles, donde debía de estar algunas veces desde la tarde del día anterior al que me correspondía ya que hacían listas, controladas por los veteranos y veteranas del sector, surtían 30 litros por carro, también existía el vip, que no era más que el chanchullo de pagar en dólares y las veces que te permitieras surtir. Deduje de acuerdo a lo que llegue a ver que el estado Carabobo, no hubo escasez de combustibles y por ende Venezuela, solo que las y los propios y extraños, jugaban a la caída del régimen. De allí complete los 40 litros de reserva.

Pasado tres meses mal contados y recuperada la salud de la suegra, seguimos el viaje con el dolor de dejar parte la familia, solo con la esperanza en Dios de que regresaremos. Nuestro destino inmediato la Ciudad de Barinas, exactamente Ciudad de Bolivia, (Pedraza), en Barinas entramos y buscamos donde surtir y fue infructuoso lograr conseguir, porque llevan o llevaban un control llevado por un sistema en la web. Seguimos a casa de la cuñada María, donde pasamos más de una semana, disfrutando de su compañía y del resto de la familia, Edita, su esposo e hijos, igual busque la forma de llenar el tanque y no me fue posible, allí si es verdad que fue imposible, pero igual habían personas que tenían, para la venta en dólares, me toco mover las influencias militares y conseguir 30 litros, para seguir a San Cristóbal a la casa de nuestro hijo Ronal, en el camino nos conseguimos con un sobrino, (Alí) a quien se le dio aproximadamente 10 litros de gasolina, para su moto y el resto completar lo que se había consumido hasta ese lugar, nos despedimos con la nostalgia,

dejando un pedacito del corazón. En la vía entrando al estado Táchira nos encontramos con pimpineros vendiendo gasolina a precio internacional, nuestro viaje siguió sin novedad y cada vez más contentos pues estábamos llegando al destino.

Allí en un sector llamado las Cruces, del estado Táchira, pasamos mes y tanto, donde aprovechamos ponernos a derecho ante Dios y nos esposamos e igual se bautizó a la niña Jairelys. Se concretó el negocio por el carro con una pariente, dinero que fue utilizado para el viaje y ayuda humanitaria.  Compartimos con el segundo de los hijos (Ronal) y familia, así como con vecinos, jugamos domino, pasamos los días tranquilos y en paz, a todas estas llego el día y la hora para seguir el viaje con destino a Ecuador, pagando a un guía que tendría el compromiso de llevarnos sano y salvo al destino.

Tomamos un taxi, que nos llevó hasta San Antonio, como habíamos quedados, más se ofreció de atravesarnos por la pica (caminos verdes), por unos pesos, estuvimos  de acuerdo por el riesgo que se supone que representa pasar indocumentado a otro país, allí unos personajes que se dicen eran paramilitares cobraban por la travesía, que es como 20 minutos de recorrido, pasando por unas quebraditas con poca agua, donde igual estaban unos hombres cobrando por pasarte, para que no te mojaras los pies, tuve la benevolencia de un hombre quien se ofreció pasarme sin ningún costo, se lo agradecí en nombre de Dios.

En la pica en el lado de Cúcuta, transcurrió sin ningún percance, llegando al hotel donde debíamos pernotar hasta las 6 de la tarde que de acuerdo a la guía saldría el bus, con destino a la frontera con Ecuador, esa espera se fue demás estresante por no tener información de lo que estaba pasando hasta como las 11 que dijeron que la policía tenía varios puntos de control, han de saber que para esos días los pobladores de diferentes etnias tenían al país en ascuas. Nos llevaron hasta un lugar donde esperaban varios microbuses de 18 puestos (bam), donde nos ubicamos la familia juntos y partimos pidiéndole a Jehová Dios nos llevara con bien. Este viaje traumático, por: el frio, carretera en reparación, muchas curvas, los niños y adultos vomitando, ganas de vaciar la vía urinaria y según el chofer no podía parar por la inseguridad, hasta que encontró un recoveco y estuvimos la oportunidad de hacer las necesidades más perentorias. Hasta que llegamos a un estacionamiento, donde realizamos el trasbordo a un bus de 34 puestos en Pamplona.

Bueno aquí comienza la odisea más grande de mi vida, como le dije los nativos estaban en protesta y cerraban las vías e igual los cuerpos de seguridad del Estado, el chofer conocedor de la ruta buscó cada una de las posibles salidas, donde una de ellas fue una trocha que solo se veía muchos árboles, y donde este bus se atascó por ser angosta y llena de precipicios y perdió la puerta delantera esto fue en horas de la madrugada. Seguimos en horas de la tarde en un paradero nos aseamos y refrescamos, seguimos encomendados al Dios todopoderoso, ya en la noche el chofer propone que nos quedemos en una ciudad llamada Pasto….esto  esta aproximadamente a unos 100 kilómetros para llegar a la ciudad de Ipiales, frontera con Ecuador, donde les respondimos que debía de cumplir con el compromiso de llevarnos al destino, no muy contento el conductor, seguimos escoltado por unos agentes del orden público, quienes informaron que más adelante había una tranca, que era riesgoso el paso. Llegamos hasta el sitio y ciertamente los indígenas estaban agresivos y amenazaron con quemar la unidad donde viajamos y hasta allí llegamos en el bus, todos nos quedamos en una estructura con avisos de migración, que aún no la habilitaban a todas estas son como las 10 de la noche, con todas las necesidades por hacer, el frio, la incertidumbre de no saber para donde refugiarnos. Aparecieron unos nativos con motos, negociando para pasarnos por 400 dólares, suma con la cual no reunimos, bajaron a 300 e igual no teníamos esa cantidad y se nos fueron las esperanzas, todos decidieron caminar excepto nosotros, mas sin embargo caminamos un trecho, aparecieron dos motorizados igual proponiendo llevarnos,

Por 30 dólares cada viaje que representaba unos 50 kilómetros, pasando por las trancas, aceptamos, la hora (aprox. 01 de la madrugada), el frio, confiar en la palabra de un desconocido, nos llenaba de miedo, con todo eso, seguimos arriesgándonos y puesta la confianza en Dios. Salió de primero Elbia, Jairelys y Enyerbeth, a un viaje que en condiciones normales nunca lo hubiéramos aceptado.  Pasaba el tiempo, cuerpo y alma en un vilo, por no tener ninguna forma de saber de la familia, en esa larga y angustiosa espera

Nos reunimos con otros migrantes, que como nosotros esperábamos un milagro, con ellos compartimos galletas, atún, pan y cualquier chiste, que mas era para olvidarnos en las precarias condiciones donde nos tocó encontrarnos, aparecieron camionetas y todos pidiéndoles, rogándoles que nos auxiliara llevándonos más adelante donde guarecernos, fue infructuoso nuestro pedido, así fue transcurriendo el tiempo y mi corazón chiquitico, pero confiando en Jehová Dios, que todo iría bien, con cada ruido de motor nos levantábamos, hasta que llego el benefactor de la montañera, con quien viajó la familia y nos venía buscar a Gabriel y a este servidor, quien le narra este pasaje traumático. Lo primero que pregunte donde está mi familia y respondió segura en Ipiales, nos montamos Gabriel en el medio, partimos hacer el recorrido de los 50 kilómetros que nos separaban, este recorrido lo llevó a cabo con mucha pericias y conocedor de la ruta, mas sin embargo hubo algunos pelones de la vía que corrimos el riego de chocar con los arboles atravesados, llegamos a una tranca vigilada por los nativos, nos mandaron a bajar, el motorizado me sugirió lo dejara hablar, así fue, más los lideres estaban renuente en dejarnos pasar, ya que manifestaban que el motorizado estaba traficando, como excusa le respondió si propiciarían la división de la familia, a lo que el líder lo amenazó, diciéndole que no lo quería ver de nuevo. Gran problema causo en mí, esta parada por la presión de las palabras del líder, por la falta de estiramiento en las piernas, les recuerdo que cargaba un morral con todo el equipaje, que entre otras cosas para variar la fuerza de inercia, que producía el viajar en moto me empujaba hacia atrás y eso me era fuerte, cuando nos dieron el pase libre no podía levantarme para subir al vehículo, casi que me cargan para volver al asiento. Seguimos viendo mochileros caminando desesperados y botando equipajes, por mucho peso y las subidas muy empinadas. Hasta que por fin comenzamos a ver casas y mi bella esposa igual parada en el medio de la vía haciendo señas (a todos los vehículos que pasaban, así lo manifestó, para que no nos perdiéramos), recordándoles que no sabíamos dónde estaban. Este gesto es de máxima solidaridad y amor, allí en Ipiales y a esa hora el frio era matador, mi esposa lo soporto por ese largo tiempo, que para mí fue una eternidad. El motorizado la ve en medio de la vía, se detiene y nos bajamos, yo, literalmente medio muerto, pero así mal como estaba hicimos un circulo abrazados y le dimos gracias a Jehová Dios por reencontrarnos, por todo.  Elbia me llevó casi arrastra hasta el refugio apremiante utilizado por el niño, la niña, que era un techo sin piso, así nos tiramos abrigándonos, cuando agarramos un poco de calor nos mudamos a un rincón de uno de los baños de una estación de gasolina, donde me tire en el piso en compañía de todos, arropándome llenándome de vida a través del calor familiar, así pase un tiempo, que me pareció eterno, titiritando de frio, como a las 5 de la mañana salimos a comunicarnos con la persona que nos sirvió de guía, a las 7 de la mañana apareció una mujer joven, que manifestó ser quien venía a rescatarnos y llevarnos hasta la  frontera, allí nos esperaba la responsable del viaje, nos presentamos y nos indicó que debíamos irnos en moto, para atravesar lo que me pareció el cauce de un rio hacia la Ciudad de Tulcán y así fue, para mi otro suplicio más, recordándoles que el morral me traía sin fuerza, a mitad del camino lleno de piedras el conductor de la moto me pregunta si voy cómodo y le respondo que no, se detiene y trato de acomodarme mejor, seguimos el camino, para detenernos más adelante para darle el morral, que lo llevó arriba del motor y me alivió un mundo. Llegamos en gracia de Dios sin novedad a Ecuador, tomamos un taxi que nos llevó a una residencia donde nos aseamos y desayunamos, de allí directo al terminal de Tulcán, esperamos la salida del bus en una cafetería y caminando las calles aledañas.

Esta historia continuará.

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