Compartir

Dr. Crisanto Gregorio León .

Los hombres y las mujeres de honor, se reconocen con facilidad cuando respetan la palabra que han empeñado. En otrora, la palabra empeñada era de tal trascendencia que quienes así se comprometían no les era necesario firmar un papel para cumplir aquello que por el uso del verbo que salía de sus bocas era suficiente sello como para ser honrado y cumplido tal como era manifestado, tal y como era convenido.

Ahora nos encontramos con hombres y mujeres que con una descarada facilidad dicen y se comprometen a hacer cuanto las circunstancias le exijan para acomodaticiamente quedar bien en ese instante de tiempo y al momento de hacer efectiva la palabra por las que se les dio crédito, inventan y esgrimen cuanto argumento puedan y tengan para no cumplir.

Es que cuando las personas cumplen la palabra empeñada, gozan de buena reputación y de solvencia moral, en caso contrario su palabra es sinónimo de descrédito, de deshonor, de deshonra. Una persona así, es de baja ralea, es un vulgar delincuente cuya palabra es un cheque sin fondos, es un parapeto ambulante con el pestilente hedor de quien ha caído en un pozo séptico que no logra disimular ni con la fragancia más costosa.

La palabra dada y aceptada entre personas de honor es el compromiso de una contraprestación futura y su incumplimiento es una burla, un irrespeto, una insolencia hacia quien ha creído y para quien se ha hecho creer. Dicho de otro modo, una persona sin palabra es una desvergüenza para si misma y para sus congéneres, porque no solo comporta una desconsideración para quien creyó en ella o en él, sino para su propia persona.

Si las personas acostumbradas a deshonrar, desconocer y a faltar a su palabra, tuvieran una mediana inteligencia respecto de lo que se hacen a sí mismas, seguramente se conducirían en la vida de una manera más responsable para gozar de la admiración y el respeto de su entorno y hasta más allá.

Una persona sin palabra desde luego es una persona mentirosa. Así los refranes recogen “que quien no cumple su palabra al fin su desdicha labra” y “que quien no cumple su palabra a las consecuencias se atiene”.

Además, la mentira como una expresión de falsedad es una patología en quienes les encanta engañar a través del histrionismo , del teatro , para hacerle creer a los demás , lo que no es cierto y lograr embaucar al más prevenido .

A quienes les gusta engañar a los demás, su palabra jamás será auténtica, porque siempre habrá dentro de ella algún subterfugio para incumplir los compromisos.

Por eso, cuando no se cumple la palabra, se pierde el honor y cuando se pierde el honor va todo de mal en peor.
Infortunadamente, las personas sin palabra y sin honor, engañan a las personas honestas, a las que no tienen resabios, porque nunca han pensado no cumplir y ven en su propia condición la honestidad del otro, porque desgraciadamente, “no hay nada más fácil para un crápula , que engañar a un hombre honrado”. Nunca prometas, lo que cumplir no cuentas.

Asesor de gestión/ Abogado/ Periodista
crisantogleon@gmail.com

Deja un comentario