¡A un año de tu partida, hasta siempre papá!

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Es difícil creer que ya haya pasado un año de ese momento que marcó mi vida en un antes y un después, y definitivamente no ha sido un año fácil, ha estado cargado de pérdidas, de retos, de dificultades.

Pero si de algo estoy segura, es que esa fuerza para seguir y para mantenerme firme ante cualquier adversidad, te la debo a ti papá.

Simplicio Hernández, ‘Picho’, como te decía este hermoso pueblo del que terminaste enamorado y sirviéndole de forma ejemplar; tanto así, que hoy somos muchos los que seguimos tus enseñanzas, lecciones que pese a tu hablar pausado y cargado de caballerosidad, eran capaces de remover todas las bases para transformar cualquier idea en un vendaval de buenas intenciones, siempre pensando en tu pueblo warao y jotarao, ese al que le diste tanto, y que aún te honra con respeto y recuerdos de agradecimiento.

Fortalece mi alma y dame el coraje de ir haciendo más llevadero el dolor de tu pérdida, para aceptarlo como una tregua, como una promesa de encuentro, como esa hermosa oportunidad de reencontrarnos y poder decirte ‘Hola Papá’, ‘bendición papá’, aquí estoy, y espero sin duda, haberte hecho sentir orgulloso de ser tu hija.

A tu alma, ante Dios, hoy a un año de haber pasado a otro plano, sólo pedimos fuerzas para continuar nuestras vidas con entusiasmo, alegría, optimismo, fortalecidos, y sobre todo comprometidos con ese pueblo al que tanto amaste, al que tanto le diste, y sobre el que hoy orbitas río a río en partículas de lo que una vez fue tu presencia física.

Confórtanos ahora, ayúdanos a ser conscientes de las bendiciones que a pesar de las dificultades se nos presentan, y síguenos regalando ese don de ser agradecidos y despertar día a día con el coraje de continuar, de sanar y elevarnos por encima de las situaciones que nos entristecen; porque tal y como nos lo enseñaste, siempre, siempre habrá una situación más difícil, una familia más triste, un alma pidiendo más ayuda.

Y allí estaremos, dispuestos a servirle a este pueblo que tanto nos dio, y al que nos enseñaste a amar.

Lizeta Hernández Abchi

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