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No le temen al coronavirus sino al hambre. Solo piensan en la época de lluvia cuando llegue el invierno

Doloroso pero cierto, en pleno centro de la capital deltana 5 niños con su madre subsisten, con muy pocos alimentos y la caridad de gente que conoce el caso.

A Framelis Rivas le tocó, lo mismo que a sus cinco hijos, medio vivir y padecer cualquier tipo de enfermedades, de esas que padecen las personas que no comen.

Anteriormente la excusa para no ayudarla era que allí en esa vivienda residía un personaje a quien llamaban Picardía. Hace 5 meses el hombre falleció y la ayuda sigue sin llegar.

Framelis es una mujer de unos 43 años aproximadamente los cinco niños tienen edades comprendidas entre los 12, 8, 7, 3 y 1 años.

El mayor de los niños con 12 años, recibía la bolsa de nutrición que entrega el Instituna Nacional de Nutrición a los niños de bajo peso. Jesús Rivas además del bajo peso tenía tuberculosis, aumentó un poco de peso y le quitaron la dichosa bolsa de nutrición.

Su hermano Frailán Rivas de 8 años, estuvo hospitalizado recientemente con amibaisis. También tiene bajo peso, pero nunca recibió la bolsa.

Las condiciones que rodean la vida de estos infantes impresiona por lo cerca y lo ignorados que se encuentran. Les falta de todo. Llegar a esa casa y entrar es respirar miseria, abandono y desesperanza.

El «rosario» de necesidades tiene varias cuentas, estas son algunas:

La puerta de la entrada no tiene ningún tipo de seguro mientras duermen.

El techo tiene unas «troneras» que cuando llueve el agua se les mete por completo.

La puerta de la habitación donde duermen cierra con un tubo y una cantidad de cosas que la madre coloca por dentro.

La puerta del fondo no existe. Culquiera puede entrar y llevarse dos «peroles» viejos que son los únicos utencilios que tienen en la cocina.

No tienen baño, ni poceta, mucho menos agua, no tienen desde hace dos años. Una vecina les da agua para tomar y se bañan al aire libre.

Las necesidades fisiológicas las hacen en el patio, «tapan» como los gatos. Con razón se enferman de amibiasis.

Tienen una cocinita usada que una vecina les regaló, pero ya tienen como 15 días sin gas.

Actualmente cocinan con leña, cuando tienen qué cocinar. Por ejemplo ayer preparaban un poco de arroz para compartirlo entre todos. Sin nada más.

Los cuatro niños mayores estudian, pero cuando llegan de la escuela ni siquiera tienen una mesa donde sentarse a hacer sus tareas. Ahí no llega la tecnología. Se tiran al piso a estudiar y a comer cuando tienen.

Una hija mayor de Rivas se fue a Trinidad a trabajar con un bebecito, Le ha ido muy mal y poco o nada ayuda a su madre. Espera que se levante el aislamiento en Trinidad para regresarse. A ella se le murieron dos hijitos en esa casa, una niña de 3 años con tuberculosis y otro de dos meses con muchos parásitos. La pobreza no les cabía en el cuerpo.

Framelis comentaba que cuando el mercado estaba abierto ella iba y unos amigos que vendían le regalaban cualquier cosa, los bonos del gobierno, pero hoy sin bancos y sin mercado, nada es suficiente. Reciben dos cajas de Clap que algun benefactor le paga. Pero cuando hay tanta miseria ninguna cantidad de alimentos es suficiente para tantas bocas.

El llamado es a quien pueda interesar. A la gente solidaria de esta ciudad. A quienes tengan un poco más que ellos. Esa situación no puede ser ignorada. Esa pobreza golpea la conciencia.

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