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¡Cuánta ruindad patrón, me hice viejo sirviéndole!

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Crisanto Gregorio León

Me hice viejo sirviéndole patrón y  usted se las ingenió para reducir  mis prestaciones sociales a una ínfima cantidad. Trabajé para usted diez años de mi vida y al final usted solo me reconoció ocho años y me estafó dos. En realidad, me robó diez años de mi vida, donde coloqué todos mis conocimientos y mis mejores esfuerzos en servirle , y usted se echa fresco en las botas con un dinero mal habido , porque está robando vida, la vida de los trabajadores que de buena fe asumen que usted es un buen hombre y un buen pagador. Pero usted me pagó lo que equivale a treintaicuatro dólares por diez años de mi vida fortaleciéndole su negocio.

Usted patrón se burla y hace uso de su “inteligencia empresarial” para esclavizar a sus trabajadores y cuando se percata de cuánto debe pagar por liquidación, entonces decide sicariarlos en el estricto sentido de la palabra, porque ordena a sus cómplices disminuirle jornada a su talento humano para que al momento de patearlos y deshacerse de un cúmulo de pasivos laborales, entonces sea muy poca cantidad de dinero y muy miserable lo que usted desembolsará.  ¿Cuánta alegría le genera despojar de sus prestaciones a un trabajador, verdad?

Seguramente ese dinero que les asalta a los trabajadores lo necesitará usted más que quienes han sido pilares para sostener su empresa, padres y madres de familia honestos.  Lo necesitará usted para sobornar al barquero cuando atraviese el río. Ah, pero allá no hay sobornables, ni sus riquezas terrenales le comprarán un asiento en primera clase hacia el cielo. El infierno es la recompensa de los hampones.

Y usted va a la iglesia y pide a Dios que bendiga su empresa y pide a Dios que bendiga a su familia, mientras hace suyo a un Dios que es de todos,  que lo está observando no solo por adúltero y otras calamidades de su imagen personal sino que lo juzgará por injusto, por ladrón, al no entender nunca el trabajador las razones por las cuales usted paga con mal el bien que recibió.

Usted cambia el nombre de la relación laboral de sus trabajadores para disminuir con otras denominaciones lo que usted está obligado a  pagar.  Se burla de la dignidad humana jugando con lo que le es más sagrado al ser humano, la vida misma. Usted está robando vida.

Se ha portado usted muy ruin, cuando por diez años de trabajo  paga por liquidación  lo que ni siquiera equivale a treinta y cuatro dólares. Y me hice viejo sirviéndole, crédulo en que le estaba trabajando a un hombre justo y me encontré con un sátrapa.

¡Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia!

Abogado/Escritor

crisantogleon@gmail.com

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