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José Ángel Gascón|Red de aguas blancas y servidas no funcionan, precios de los alimentos por las nubes y sin control de ninguna índole, parqueadero convertido en un desastre, los baños no funcionan, la vigilancia y el sistema eléctrico muy pésimo y la planta física caótica.

Una imagen lastimera y desalentadora, donde se hace altamente resaltante un sombrío panorama, es la que ha venido presentando en los últimos veinticinco años el mercado municipal de la capital deltana.

Es notorio el ambiente de un tétrico rostro donde al parecer, han faltado faldas y pantalones que le brinden una visión agradable y hagan las reparaciones requeridas. Ambientaciones, mejoras físicas y sanitarias que han venido reclamando todas las instalaciones del principal mercado de la ciudad, donde la mínima mesita que allí se instala, paga el mínimo de diez mil bolívares mensuales de impuesto municipal.

Por el momento, hay bastante pescado de todas clase.

Las quejas son generalizadas al no contarse con el funcionamiento de la red de aguas blancas y servidas, precios de los alimentos sin control de ninguna índole, baños sin funcionar, parqueadero convertido en un desastre, la vigilancia y el sistema eléctrico pésimo, la planta física caótica, el área de escamar y componer los pescados en bancarrota.

Mientras que en las afueras, el tránsito peatonal por vendedores ambulantes es “incontrolable”, lo que ha creado una jerarquía donde se pone en evidencia la falta de control y de gerencia que haga más aceptable y confiable el ambiente, revelan usuarios que comúnmente hacen presencia activa en el mercado municipal, donde actualmente se encuentran los alimentos a granel.

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