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Recostado en la ventana pude mirar en seguida algo resplandeciente, hermosos brillos sobre las hojas de un arbusto de cacao de agua, que estaba afuera, en el patio. Yo encantado había perdido la razón en minutos, no escuchaba sonido alguno, no pestañaba. Hechizado por la belleza de las hojas que brillaban en la noche oscura. La luna solo reflejaba su luz en esas hojas. Los demás arbustos estaban dormidos. De repente, pequeñas varillas verdes nacían del mismo arbusto y poco a poco abrían cuidadosamente. Y con ellas despertaba la flor más hermosa que mis ojos miraban por primera vez. Colores rojos, verdes, amarillos, anaranjados, acompañados de un perfume encantador que a lo lejos se respiraba.

Solo en la noche podía ver esto, en el día el mágico arbusto que era para mí ya no tenía su belleza.

(Octubre, 2015)

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