Notas a propósito de Diosdado Cabello
Quiero dirigirme a usted, diputado Cabello.
Lo primero es insistir en algo que ya le he reiterado antes: en todas las críticas que le he formulado, en particular en su condición de moderador del programa Con el mazo dando, no existe ninguna animadversión personal (como tampoco la tengo cuando discuto las posturas extremistas de la candidata Machado, como algunos de sus seguidores creen). En serio que no. Créame. Para nada. Lo que cualifico en usted es a un fenómeno político, un discurso y una conducta. Es eso lo que me interesa. En fin, comencemos.
Igual como me pasó con el concepto de socialismo liberal, que es la corriente ideológica que yo adscribo desde mediados de los 80 (lo hice entonces en un artículo de opinión publicado en El ojo del huracán), yo creía que la inquietud con la que titulo este artículo era original mía. ¿Es posible un fascismo de izquierda?, me inquiría una y otra vez. Sin embargo, tampoco era inédita esta pregunta. Según he podido investigar luego, parece que desde 1926 en Italia, y luego en la llamada Escuela de Fráncfort, muchos reputados intelectuales europeos usaban el concepto: fascismo de izquierda.
Quienes hemos estado colocados en el campo de la izquierda con todos sus muy diversos matices (desde los democráticos hasta los comunistas), nos hemos acostumbrado a identificar el concepto de fascismo con sólo la derecha. De muchacho, yo veía las películas de los desfiles de Hitler en Nürnberg y los de Stalin en la Plaza Roja y me asaltaba la idea de que había una semejanza evidente: el culto al caudillo, la liturgia militar, la patria como excusa. Claro, de inmediato espantaba de mí aquellas heréticas insinuaciones, como si fuesen un enjambre de moscas, porque aunque comencé mi vida política en el anti-estalinismo, seguía creyendo que en todo caso el comunismo era de izquierdas y el fascismo de derechas.
Pues no es tan fácil la distinción, tal vez por aquello de que los extremos se tocan. La verdad es que existe entre ambos un amplísimo denominador común que es el totalitarismo, aunque los nazis apoyaran el desarrollo de una burguesía monopólica muy próspera (obediente al Estado, eso sí) y el comunismo estalinista expropiara la propiedad privada sobre los medios de producción para hacer al Estado (no a los trabajadores) su dueño, y a la nueva clase burocrática su poseedora tácita.
El régimen chavista (por obra y gracia de su fundador, Chávez, acaso por su doble condición de militar y político) es una mezcla de ambas culturas: la fascista y la comunista. Hablo sólo de cultura, claro. Porque sepa usted que soy el primero en rechazar esa bobería de decir que éste que tenemos es un sistema totalitario, ¡o comunista!, como algunos confundidos de la oposición sostienen. No creo que sea ni siquiera una dictadura, que es un estadio anterior al totalitarismo. Pero sí opino que es un régimen autoritario con prácticas dictatorialistas y vocación totalitaria pero de origen electoral. Digo vocación totalitaria porque el totalitarismo no es necesariamente un régimen político formal. También puede ser apenas (y ya es mucho) una cultura política.
Allí es donde cabe el concepto de fascismo de izquierda. Tal vez no lo sepa, diputado Cabello, pero al menos en su discurso y su proceder usted es, culturalmente hablando, un fascista de izquierda. Me apresuro a aclarar que no uso el concepto de forma peyorativa. De nuevo créame. Por favor. Se lo digo más bien con preocupación.
Usted tiene una posición de enorme responsabilidad con la nación venezolana. Es Vicepresidente del partido de gobierno, el PSUV, que tiene todas las instituciones y buena parte de la sociedad en su puño de acero. Lo que usted hace tiene consecuencias. Por ejemplo, educa (o mal educa) a miles de jóvenes. Igualmente en el ámbito económico y social, pues la promesa fascista de izquierda sólo aleja las inversiones e incrementa la pobreza.
Uno aspiraría, más allá de las naturales divergencias, encontrar en usted a un político de altura, con una visión al menos de mediano plazo, eso que llaman un estadista. Hasta ahora me he limitado a decir que, al contrario de lo que Manuel Caballero llama un político de nación, usted, como la candidata Machado, es proclive a la camorra, disfruta con ella, sin importar las consecuencias políticas y sociales que esa conducta tenga. La verdad es que ahora creo que se trata de algo más profundo y peligroso: el fascismo de izquierda.
Ya imagino su respuesta, como un reflejo pavloviano: usted dirá que su condición popular le hace ser así y no respingado y delicado como los aristócratas. Se equivoca, diputado. Nuestro pueblo es en su gran mayoría educado y respetuoso.
Pero veamos, a partir del próximo artículo, al menos unos pocos ejemplos de por qué señalo que su conducta es fascista de izquierda, y ojalá que cuando lea estas abundosas notas (porque sé que lo hará), se lleve la mano al corazón y piense un poquito en el daño que esa cultura le hace a la nación venezolana, y que le hace a usted mismo, dada la patética memoria que va a dejar para la posteridad si sigue por ese desbarrancadero. Todavía está a tiempo de rectificar. Atrévase a hacerlo. Dese su puesto, diputado. Tenga respeto por usted mismo. Verdad que se lo escribo con la mejor de mis intenciones.
Mañana continuamos.