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Amanecía 23 de enero, 65 años atrás, cuando Marcos Pérez Jiménez, familiares y cercanos colaboradores, escapaban a República Dominicana tras una década de implacable dictadura.

Atrás quedaban centenares de asesinados, desaparecidos, torturados, desterrados, confinados en capos de concentración -Guasina, Sacupana- y un pueblo sojuzgado que cansado de tanta opresión se levantó con coraje para rescatar su libertad.

Tuve la oportunidad de oír de muchos los protagonistas de aquella jornada un sinfín de historias que me enseñaron a admirar a los que salieron vivos de la contienda y a grabar por siempre en mi memoria el ejemplo de los que se sacrificaron y cayeron en tiempos de oscuridad: Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevalli, León Droz Blanco, Manuel y Manuelito Reyes, Valmore Rodríguez, Wilfrido Omaña, Luis Fernando Turmero, para mencionar solo unos pocos.

Pero de aquellos también supe del “Espíritu del 23 de enero”, caracterizado por la unidad, la unidad superior, la unidad monolítica, que se forjó en la resistencia, en la lucha clandestina, que enterró los odios, las rencillas, las mezquindades que imperaron en el trienio 1945-1948 dando al traste con el primer gobierno electo de manera universal, directa y secreta, con el primer período democrático que conoció Venezuela desde su constitución como República, el del maestro Rómulo Gallegos.

El” Espíritu de 23 de enero” hizo posible la caída de una férrea tiranía y de seguida el establecimiento de una democracia que con sus defectos transformó a Venezuela y reivindicó a los humildes.

Pasadas seis décadas y media, invocamos nuevamente al “Espíritu del 23 de enero”, que comprendamos todos, más allá incluso de la clase política, que solo juntos, unidos, Venezuela saldrá adelante de la Permacrisis que la azota.

Unidad de los venezolanos y la venezolanas en pos de un mañana mejor, del gobierno y de la oposición entendiéndose para enfrentar la gravísima situación económica-social -poniendo cada uno de su parte para que millones y millones no continúen sufriendo las consecuencias de la confrontación, unidad de los empresarios y trabajadores para incrementar la productividad y a la par sueldos y salarios, unidad absoluta para exigir a los gobiernos extranjeros que cesen las sanciones que tanto mal causan, unidad por nuestros hijos y nietos para que crezcan en un país de oportunidades.

Este 23 de enero, de marchas y contramarchas, con hombres y mujeres que comparten los mismos sueños e idénticas vicisitudes, que sea oportunidad para que las elites dirigentes, de cualquier signo, entiendan de una vez por todas que _enfrentados todos perdemos, que de la mano ganaremos todos_.

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