César Malavé
Así bautizó Rómulo Betancourt al tradicional plato navideño que años tras años y por siglos, deleitamos los venezolanos en esta época decembrina. Y acuñó el nombre en un momento difícil de nuestra reciente historia. La violencia política de los años sesenta acompañaba un año de grandes dificultades económicas: bajos precios de petróleo, inflación, déficit fiscal que habían obligado al gobierno hasta disminuir los sueldos de los empleados públicos. Duras medidas que estuvieron acompañadas de un severo plan de austeridad. Y aunque no lo crean el presidente Betancourt que se vio obligado a viajar a los Estados Unidos, dio el ejemplo al país al hacerlo en una línea comercial y pagando de su bolsillo el pasaje de su esposa que lo acompañaba. Multisápidas por la mezcla de sabores y con ingredientes de diversos orígenes, no hay nada más venezolano que una hallaca. Aceitunas, alcaparras y pasas del mediterráneo europeo. El maíz americano y las hojas que lo envuelven de topocho o plátano de la distante Asia. Dicen que indias encomendadas o africanas esclavas fueron las primeras manos que las elaboraron aprovechando las sobras que las oligarcas mesas dejaban.
Somos orgullosos mestizos y las hallacas nos los recuerdan cada diciembre, pero además de los múltiples ingredientes, los venezolanos le agregamos su toque regional, que con mucho orgullo defendemos.
Betancourt en los años sesenta no quiso decir otra cosa que a los venezolanos nos podrán apretar los bolsillos, estaremos en malos momentos de presiones políticas, nos intentarán amenazar con cualquier chantaje, sin embargo, no nos dejaremos de reunir en familia para elaborar nuestras hallacas, las haremos más chiquitas, les reduciremos cualquiera de sus múltiples ingredientes, no obstante somos porfiados, igualito, nos reuniremos en familia, y acompañados de unos palitos haremos nuestras Multisápidas.
Y saben por qué, porque no hay nada más parecido a la Constitución que las hallacas, son democráticas; somos nosotros quienes las elegimos, son participativas, a nadie se le ocurre hacer unas hallacas en la soledad de la cocina, de acuerdo a nuestra tradición elegimos su gusto y forma de «ser», alternativas; las intercambiamos con familiares y vecinos y aunque siempre decimos que las mejores son las que hacemos, disfrutamos de otras hallacas aunque sea para criticarlas. Responsablemente las hacemos años tras años y hasta somos capaces de revocarlas si alguno mete la pata en su elaboración.
En este 2021, estaremos con ojo en las hallacas y el otro puesto en el futuro del país, amenazado por las pretensiones de la autocracia de evitar que el venezolano siga esperanzado en un cambio significativo que rompa con esta pesadilla de veintidós años. Con toda la saña desatada desde las esferas del régimen ultraderechista y militarista de Maduro, no lograrán amargarnos la alegría de vivir la navidad del hijo de Dios, igualito nos reuniremos para celebrar una costumbre que al paso del tiempo no hace otra cosa que arraigarse más en nuestros sentimientos y, que esperamos con ansias y fe que en el 2022 será absolutamente distinta.
@cesarmalave53