Crisanto Gregorio León
Cuando la cotidianidad nos hace ver algunas situaciones como ordinarias y comunes, que en nada dislocan supuestamente el ordenamiento jurídico, ni las normas y procedimientos internos de la universidad, hay realidades que aun siendo funestas pueden pasar inadvertidas.
El soponcio, el aletargamiento, o el dormitar ético, el congelamiento moral tienen vergonzosos deslucimientos en todo escenario, en todo orden y en todos los que así se comportan.
Pero si esas adjetivaciones estrábicas se hacen consuetudinarias en la universidad, a la sazón la alma mater en vez de ser la casa del saber, el ser y hacer en buena lid, por el contrario donde la moral y la consecución de títulos y diplomas se trampean; entonces estamos dentro de un antro de corrupción. Un lupanar, se contrae en menguada descripción cuando la universidad altera su brújula moral. Y la universidad no son solo sus muros y sus construcciones y sus extensiones, no. La universidad es la gente que le da movimiento, la universidad son sus obreros, sus administrativos, sus docentes, sus investigadores. La gente pues, los humanos que están en ella, por ella y en función de ella.
Recuerdo un apócrifo que me contó mi madre. Sucedió que un hombre al ver sola una venta de patillas decidió colocarse una al hombro, y se retiró con gran disimulo, pero al cabo de unos pasos, apareció el dueño quien le gritó, amigo se llevó la patilla sin pagarla y el ratero descaradamente le replicó, ¿Y quién me pondría esta patilla aquí? ¡Alguien quiere perjudicarme!. Que caradurísmo. Inaudito, el ladrón se enoja y dice que quien lo descubre lo quiere perjudicar, y no la propia acción delincuencial de él o de ella. O sea, el culpable no es el ladrón, el corrupto, sino el que ha osado descubrirlo.se convierte en el culpable. ¡Se habrá visto!.
Analice esto por ejemplo, cuando la universidad empieza a tomar decisiones éticas porque sus autoridades – y me refiero a la cúpula – son gente ética y deciden cuales galenos extraer lo que apenas parece un furúnculo de corrupción en las columnas vertebrales de su quehacer universitario, pero dejan quieto lo que está más enraizado, entonces el tumor medular continúa por el enraizamiento de las vainas nerviosas [término literalmente médico].
Así, cuando el furúnculo apenas es cortado superficialmente y se le dejan raíces, este vuelve a aparecer o se mantiene, por un diagnóstico despreocupado o una cirugía inadecuada creyendo que la invasión cancerígena es mínima, donde los médicos ganados de buena fe creen haber acabado con esa peligrosa excrecencia, no advierten que la metástasis en generalizada, entonces el tumor maligno mantiene sus entramados. Y permanecerá con su cara muy lavada hasta donde pueda hacer creer que nada ha pasado, pues un pequeño estornudo moral, no es un COVID -19 para la corrupción sinvergüenza y ahora una de las aristas de la corrupción, sin autoridad legal pero sí con complicidad interna e ilícita, sigue ejerciendo clandestinamente las mismas criminalidades porque el enraizamiento de las vainas nerviosas no se extirpó.
Lo expuesto es aplicable en todas las circunstancias y situaciones de la vida, pero justo aquí me estoy refiriendo a la universidad. Ningún obrero, ni empleado, ni docente de la universidad, ni ninguna autoridad debe “hacer cosas buenas que parezcan malas, ni cosas malas que parezcan buenas”. Esa ambigüedad es peligrosísima y las señales que emite despiertan las alarmas de todos.
Las injusticias y los enmascaramientos éticos se sienten, se ven, se perciben y se calibran así creas que los demás son bobos, que todos son tarados y que el único o la única con un altísimo grado de coeficiente intelectual eres tú y que te las sabes de todas, todas. Algo así como el criminal que convencido de sus artes mágicas, tiene una oración que según él lo hace invisible a la policía, y la reza entregando su alma al diablo creyendo que nadie lo puede ver, que él o ella es imperceptible e incorpóreo y que nadie sabe de sus malos pasos.
Los despertares éticos de la alma mater, son urgentes, son necesarios, son la honestidad que no esconde su rostro, y de los que se espera que hagan cosas buenas. .
Mis respeto a las autoridades universitarias que están ganadas a adecentar lo que de suyo debe ser decente y a quienes extirpan las vainas nerviosas por completo.
crisantogleon@gmail.com
Profesor Universitario/Abogado/Periodista/ Escritor