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Kapé Kapé

Jesús Silva, habitante de Winamorena, cacerío ubicado en el  municipio Pedernales, es una de las personas que asegura haber sobrevivido al virus COVID-19.

Silva navegó tres días en canoa y a “canalete”, desde su comunidad natal a Tucupita, capital del estado Delta Amacuro, junto a su familia en busca de comida.

“Vine a vela y halando tres días porque allá en Winamorena no había nada de comida, por eso vinimos”, dijo en su idioma originario Jesús Silva.

Transcurrida una semana de haber llegado al sector San Juan de Tucupita, empezó a sentir diferentes síntomas, y a la segunda semana de haber caído, ya tenía dificultad para respirar.

Jesús de 40 años de edad, pasó aproximadamente dos semanas con fiebre, malestar general  y gripe que luego se convirtió en neumonía.

Relata que una madrugada despertó y la dificultad para respirar era aún más fuerte, por lo que decidió llegar al centro centinela más cercano al sector.

“Cuando me desperté a la 1:00 am me sentía muy mal, sentía que iba a morir, ya no podía respirar, entonces le dije a mi esposa que me acompañara al médico urgente”.

Hizo el esfuerzo de emprender una caminata al ambulatorio a pesar de tener tres días sin alimentarse debido a que había perdido el gusto y olfato.

Al llegar al ambulatorio, la respuesta del vigilante de turno fue que no podían atenderlo porque primero debía hacerse la PCR y comprobar si tiene el virus para poder ingresarlo.

Luego se dirigió caminando hasta el ambulatorio de la alcaldía de Tucupita, Imasalup, ubicado a unos 4 kilómetros de distancia, donde una vez más el enfermero de turno le negó la atención por la misma razón, de que debía hacerse la PCR.

“Una vez que el enfermero me dijo que no me podían atender, me quedé sentado descansando unos 15 minutos, después me regresé a mi casa caminando cansado y deshidratado”.

Esa madrugada, el señor Silva no recibió ninguna atención médica y a las 2:30 am retornó hasta su hogar para seguir tomando matas medicinales.

Perdida las esperanzas por verse con los médicos, decidió acudir a sus creencias, con los llamados “Wisidatu”, (curandero indígena)  viendo resultados positivos en un día.

Además de tomar las plantas medicinales, Jesús Silva tuvo que endeudarse con sus mismos familiares para poder adquirir los medicamentos y antibióticos que lo ayudaron a respirar mejor.

Fue entonces donde empezó a mostrar mejoría hasta sanarse.

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