Los venezolanos hemos llevado palo parejo por años y todo indica que aún nos faltan unos cuantos más. Si no fuera por nuestro comprobado sentido del humor, ya muchos estaríamos planetarios. Sí, así, como aquella frase que se patentó en los años noventa por un programa en RCTV. Y no es para menos porque nos han dado muchos vergajazos, que haciendo una analogía con los conceptos emitidos por los ilustres españoles encargados de estudiar nuestro lenguaje, son muchos golpes con una verga que se usa como látigo.
Por un lado tenemos al oficialismo con su cantaleta de que todo lo que sucede es culpa de los demás y nunca de ellos. Este comportamiento es lo que los psicólogos conocen como Locus de Control Externo. Con sus mentiras patológicas nos tienen mamados, académicamente hablando. El mundo, avalado por la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, los catalogó, entre otras cosas, de torturadores y violadores de los derechos fundamentales de la población, pero ellos insisten en su candidez y no ven motivos para sacar a Nicolás Maduro del poder. Claro, el grupito que lo mantiene no ha estado preso en el Sebin, ni forma parte de los 4 millones que han tenido que emigrar buscando calidad de vida, ni de los 7 millones que necesitan ayuda humanitaria urgente, ni mucho menos de las familias enteras que comen de la basura.
Por eso insisten en negociar en Barbados una salida electoral pero para cambiar la Asamblea Nacional, mientras evaden unas presidenciales que es donde está realmente el meollo del asunto. No hay duda, tienen su Locus de Control Externo alborotado. Si la desfachatez ilimitada de estos señores no hubiese llevado a Venezuela a los niveles impensables de miseria actuales, esta sería bastante risible. Todos los días, a cada rato, nos ven la cara de mamagüevos, es decir, de idiotas ó estúpidos, según la RAE.
Por el otro lado está la oposición. Sí, esa misma con la que a través de los años hemos mantenido una relación de amor y odio. Cuando las cosas van bien la hemos defendido a capa y espada, pero cuando las cosas salen torcidas nos volvemos maldicientes, lo que para la Real Academia significa maldecir y ser detractores por hábito. Las maldiciones van y vienen, lo que se refiere a la imprecación que se dirige contra una persona o cosa, manifestando enojo y aversión hacia ella, y muy particularmente deseo de que le venga algún daño. Pero al César lo que es del César: si bien ellos también nos tienen mamados (vencidos, aturrullados y duramente engañados) y nos han visto la cara de mamagüevos (de idiotas o estúpidos), hoy están sentados en Barbados agotando las vías pacíficas para salir de la crisis política, auspiciados (¿u obligados?) por Estados Unidos, el Vaticano, la Unión Europea, el Grupo de Contacto, el Grupo de Lima, la OEA y la ONU. Están en la segunda semana de las conversaciones que no deberían pasar de cuatro.
Así las cosas, solo resta esperar los resultados de estas negociaciones. De lo que allí se logre aclararemos algunas dudas: ¿los venezolanos somos tan mamagüevos así? ¿Quién es más mamagüevo, la oposición o el oficialismo? ¡Cuidado! ¿Y si resulta que los verdaderos mamagüevos son los países que aún creen que la salida de Maduro puede ser a través de negociaciones? Todo puede pasar en Venezuela, incluso, que usted se moleste por mi buen uso del lenguaje. Pero ese tema ya tendría que aclararlo con la Real Academia Española porque yo seguiré pendiente de Barbados.
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