El paseo malecón, cada día con una peor panorámica para propios y visitantes.
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Totalmente desalentada y con un futuro desértico, posa abrazada frente al río padre, la legendaria población de Barrancas del Orinoco, comunidad donde se hacen notorias las huellas antropológicas de los ancestros que se enclavaron en Saladero, y donde todavía se escucha el eco de auyana – auyana que prorrumpían los arahuacos, caribes y waraos, quienes soportaron las embestidas de la barbarie del enemigo en la época colonial.

Con unos seiscientos años quizás, donde la distancia y el tiempo han jugado un papel preponderante, Barrancas se ve impresa por el desaliento de sus gobernantes, pero muy motivada por el bullicio y la lealtad de sus habitantes que han sabido atesorar la idiosincrasia y usanzas de sus ancestros.

Aun cuando su imagen no es muy apreciable por el abandono que ha sido objeto, se avista una comunidad sumisa pero voluntariosa, donde debe prevalecer el rescate de sus valores y el aliciente de sus gobernantes que opten por cambiarle el rostro que posee a consecuencia de la postración reinante, poco consecuentes con esta valerosa e histórica comunidad estancada y con un futuro incierto frente al soberbio Orinoco.

José Ángel Gascón

Diariamente a sus puertos arriban gentes de las comunidades del bajo Delta y de Guyana

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