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Dr. Crisanto Gregorio León

«Cuando se recompensa la codicia humana, ésta se convierte en un poderoso inductor de corrupción».

  • John Perkins

La institución está parasitada y sometida por la psicopatía de un anti líder, que sodomiza física, moral y espiritualmente a tantos que se arrastran por el lodo de la impudicia y de la inmundicia, que gritan desde el interior de sus almas « que la corrupción se quede », al punto que podemos afirmar que «las instituciones tienen a los psicópatas que se merecen». ¡Cuánta vileza!

Ante tanta abominación, los mensajeros del mal han de hacerle llegar a su Coronel psicópata que es función de la sociedad civil y de los medios de comunicación la creación de una cultura contra la corrupción, que ningún denunciante, ni ningún acusador tiene problemas personales contra los corruptos, pues ellos han cometido criminalidad y se merecen la cárcel y son ellos los delincuentes los que tienen problemas con la sociedad y las leyes. Tildar de personal un asunto de corrupción en la administración pública cuando el corrupto es denunciado, perseguido y hecho preso por el sistema de justicia es una demoníaca estrategia del psicópata para evadirse de las leyes y para crear desánimos y desviar la atención del foco de la corrupción y de todos los involucrados en esos delitos, como son los autores, cómplices y encubridores. Perseguir a un delincuente no es un problema en el plano personal del perseguidor, es un problema con la sociedad que tiene el delincuente corrupto perseguido.

No permita la gente decente, honesta, creyente en la justicia que le quiten el enfoque. El problema de los delincuentes y con los delincuentes es un problema social y no personal de los denunciantes y acusadores. ¡Basuras!.

Para desalentar la visión de justicia y de sanción a la corrupción y manejar la psiquis de las víctimas y de las presas , para manipular la psicología de quienes están esperanzados en que Astrea se imponga sobre la corrupción , la maldad y la delincuencia interna que lidera el Coronel psicópata , éste cual titiritero ordena a sus monos voladores que dejen correr la voz , que murmuren y desafíen la inteligencia de la gente empática, porque son inocuos y estériles los procedimientos judiciales en contra de ellos y que la impunidad impera.

Como corrientes de aguas inmundas, frías y nauseantes. No hay un virginal pudor, sino un caldo apestoso y burbujeante de vicios y de putrefacción moral. En un ambiente altamente corrupto, la institución está llena de vicios, está muy sucia, degradada, utilizada por hipócritas y es aberrante como muchísimos conspiran a favor de la delincuencia. Y complotan en amparo de la impunidad y la lenidad como dirían en la homilía; pecan de pensamiento, palabra, obra y omisión. Son tantos los que apuestan a «salvar a los criminales» que no protagonizan un simple coqueteo, sino que son las vigas y los pilares a la inmundicia, a los disvalores, a la inmoralidad, a la ilegalidad y a la decadencia espiritual; es un juego, una apuesta, un respaldo a que la corrupción no se acabe. Son tantos los que pescan en río revuelto que no hay honestidad ni pureza.

Como prototipo de un delincuente con daño en el lóbulo frontal es pertinente seguir caracterizando la perversión de que son capaces los psicópatas, como el caso de este Coronel psicópata, narcisista, licántropo y voyerista, que es un « cocktail perverso de síndromes diversos», por querer ilustrar su condición de alguna manera más gráfica. De la presencia de los psicópatas en las instituciones, y el estudio de ellos a diferencia de los criminales no psicópatas y las personas normales, el psicópata criminal por antonomasia tiene mucho menos sustancia gris en la corteza prefrontal anterior y en los lóbulos temporales y eso lo propende a ser un delincuente encubierto y un discapacitado ético y moral.

Son sombrías para la institución y su notoriedad corrupta, las circunstancias por la cuales  el Coronel psicópata ha facilitado la instauración de un lupanar, de una casa de lenocinio a los disvalores. Sinvergüenzas.

En una apología del delito, el consuetudinario comportamiento de hacerse los ciegos, los sordos y los mudos ante lo que es evidente, constituye un respaldo a una nefasta gestión, donde todos quieren seguir en la corrupción. Todos hacen sus «negociados» ante la vista complaciente de unos y de otros, son un embuste a la honestidad, a la corrección y a la decencia, es una oda a la decadencia.  Y los esbirros o monos voladores del coronel psicópata propugnan el mayor índice de Percepción de Corrupción (IPC).

Moldear un diseño « ético» y de gestión del entorno laboral y profesional , son acciones preventivas que pueden ayudar a reducir el crimen solapado en la institución, pero todo el comportamiento celestino evidencia el deseo de que los delitos se acepten como habituales y normales y que nadie se entrometa , que todos hagan mutis ; entre tanto muchos puedan enseñorearse en la depravación y en las ínfulas que les da la corrupción, como si se tratase de una inocua perversión, que todo quede impune y en ese mundo de hipocresía la propagación de noticias que rinden apología al delito, arroja que esa «sociedad institucional» es un lupanar de cómplices. Habiendo un caldo apestoso y burbujeante de putrefacción moral, despliegan matrices de opiniones de que se han zafado de sanciones judiciales y morales, y de todo lo que saben que es reprochable, pero que están tan embarrados con la putrefacción y la maldad, que pisotean los más caros valores que la civilidad y la educación se han preocupado por insuflar en las conciencias de los hombres.

Este Coronel psicópata es una persona de costumbres taimadas y muchos empleados y obreros le copian el desenfreno ético, moral y el desarraigo legal. Una persona de costumbres taimadas nunca juega limpio, siempre tiene una forma tortuosa de evadirse de lo que es derecho o mejor dicho de lo que debiera ser lo correcto o simplemente de mantener oculta su forma tortuosa de actuar para que no lo deje en evidencia su doble moral.

Y lo peor del caso es que mediante una disfuncional forma de asumir la vida y los acontecimientos, están convencidos de ser personas llenas de virtudes, percibiendo la realidad de manera retorcida, acomodaticia, creando su propia silueta siniestra de los sucesos y nunca se ajustan a la verdad, sino que desarticulan las circunstancias para obtener un reflejo desnaturalizado e inauténtico que encaje maliciosamente en sus opiniones y falsedades.

Al respecto nos dice uno de los pensadores contemporáneos más influyentes del siglo XIX. Friedrich Wilhelm Nietzsche ,»… que en los hombres alcanza su punto culminante este arte de fingir ; aquí el engaño , la adulación , la mentira y el fraude , la murmuración , la farsa, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento ,el convencionalismo encubridor , la escenificación ante los demás y ante uno mismo, en una palabra , el revoloteo incesante de la vanidad , es a tal punto regla y ley , que apenas hay nada tan inconcebible , como el hecho de que haya podido surgir entre los hombres una inclinación sincera y pura hacia la verdad …” Y en el caso que nos ocupa la anomalía psíquica de este Coronel nunca le permite decir verdad , porque es un falaz, porque es un mitómano.

En la multiplicidad de grafiás mentales en las que he querido darles a conocer al verdadero Coronel, deben tener presente que se trata de un hombre oscuro que finge ser sano y empático. Que está disfrazado, mimetizado, actuando un personaje que no es, que sabe mezclarse para disimularse entre la gente empática, que es un histrión funesto.

En el año de 1886 se publica la novela de Robert Louis Stevenson, Dr. Jekill y Mr. Hyde, allí el autor deja plasmada la personalidad psicopática, una cruenta realidad, del monstruo que formando parte de la esencia de muchos es ocultada por temor a ser puesto en evidencia, por ser censurable socialmente. Plasma Stevenson, un estado de disociación en el cual el individuo se presenta en diferentes momentos como dos personas distintas, cada una de ellas con diferentes nombres y rasgos de personalidad. Por sus relatos, las dos personalidades son independientes y opuestas.

En la novela, podemos advertir la existencia de una personalidad anfitriona que mantiene una personalidad huésped que es la maquiavélica, la que distorsiona los encantos de la primera, que la deja en evidencia y que subyace en lo pérfido, en lo banal, en lo violento, en lo egoísta, en lo morboso y que domina a su anfitrión. Pero la necesidad de una armonía social, la execran por perversa de lo moralmente aceptable, por tratarse de un depredador social.

Pero no se trata de una ficción , la ciencia ha demostrado que es una realidad , «se trata de un trastorno antisocial de la personalidad » y ahora , en la plenitud de esta era de cambios , en este tercer milenio , no obstante los avances en materia de culturización y civilización de los pueblos , donde la barbarie parecía etapa superada , nos está tocando vivir , momentos notablemente difíciles , donde por lo menos una de cada cien personas es psicópata, donde muchos hombres y muchas mujeres , cuales felinos salvajes están mostrando sus dientes , se están quitando las máscaras y se están revelando tal cual son . A veces, bajo el disimulado encanto de una dulce voz, encontramos la más horrible expresión de la hipocresía, de la mentira, de la bajeza y del subterfugio para dañar y otras veces la personalidad escondida no soporta más su cautiverio y se desata, arrollando con todo lo que a su paso esté, echando al traste con la fachada de armonía y buenos modales por la cual muchos cayeron incautamente. Ya la camisa de fuerza que la contenía, se rompió, se desató y la personalidad insana se apodera de ella o de él, irrumpiendo en la quietud del alma de sus víctimas y desbaratando el sosiego de la mente de sus presas.

Muy astutamente el depredador social le da la vuelta a las cosas y se las arregla para que vean a la víctima como el agresor y al agresor como si fuera la víctima ; entre tanto el psicópata es el responsable de todo lo malo , de todo lo inmundo , de todo lo reprochable y bajo esa aberración muchos se sienten justificados , mientras el Coronel psicópata, narcisista, licántropo y voyerista , usa a sus tenientes o sus monos voladores para que lo justifiquen y manipula, controla, agrede, acosa y reafirma el egoísmo , que rechaza toda norma , que abofetea con altivez la bondad , lo bueno y lo leal . Hasta lo sagrado es pisoteado, los valores son sustituidos por antivalores y lo anormal se posiciona como cotidiano, regular y «normal».

“Ejercer el poder corrompe, someterse al poder degrada.”

  • Mijaíl Bakunin

crisantogleon@gmail.com

Profesor Universitario/Abogado/Periodista/Psicólogo/Escritor

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