«Por muchos descubrimientos que hayamos hecho en el país del amor propio, siempre quedarán muchas tierras desconocidas».
François de la Rochefoucauld
Seguramente cuando estaban en el vientre materno, sus padres los idealizaron que en lo futuro de grandes, de mayores y de profesionales serían gente de alta conciencia cristiana y social, decentes, honestos, honrados, ejemplos de virtudes. Así quieren los padres que sean los hijos; y como de costumbre las madres se esfuerzan por escoger para su descendencia nombres que los marquen o sellen como buenos cristianos para que las cualidades que el nombre envuelve, sean características en estos nuevos nacimientos. Pero como de todo hay en la viña del Señor, ya de adultos la gente con perversiones se suelta y deshonra a sus padres y deshonra a sus nombres y el alto significado de estos. Se hacen lepras sociales, que ofenden a Dios.
Así tenemos a Ananás – ficticio – , cuyo nombre es un error en sí mismo y es un yerro social por su conducta engañosa. Si un yerro, pero también un hierro, un arma de corrupción que trajo el Coronel a la institución, porque los burros del mismo pelo cuando se ven se saludan, además por sus orientaciones sexuales y bisexualidad, constituyen el equipo preferido del coronel en el piso arcoíris. Su nombre, el de Ananás es una trágica equivocación como quien traduce una canción del inglés y falla en su ortografía. Pero también su presencia en la institución es una tragedia para los fines empresariales, porque junto a su aliada la elegida, la llena de gracia, la amada de Dios, son herejías de sus nombres y de sus almas; y se han convertido en « la corrupción en pasta ». Pero no, no se han convertido, ellos ya venían siendo corruptos y se les colocó en un escenario y hervidero propicio de corruptelas, sobornos y extorsiones, donde se manejan como gusanos en la carne podrida, sin querer referirme a las dos toneladas de carne que el Coronel se robó y que se pudieron porque las cavas dejaron de funcionar, y esa carne no le sirvió de alimento al personal por la maldad y latrocinio del Coronel. Un alto pecado que llevas en tu desalmada estampa Coronel.
Son pues Ananás y la llena de gracia – y ya es bastante ofensivo usar ese nombre – los artífices de la adulteración de cifras, de números, en el cambio y alteración de guarismos en los documentos para favorecer a quienes les pagan en dólares. Estos tenientes del Coronel, sus monos voladores, son quienes le recaudan las ganancias mal habidas, le cuidan y le protegen los escenarios, le tributan las ganancias del cohecho, cuales serviles al psicópata, narcisista, licántropo y voyerista.
Los baby boomers son la generación o las personas nacidas entre 1946 y 1964, que por sus crianzas y ejemplos son una generación llena de escrúpulos, de decencia, de muchas virtudes que los padres se dedicaron a instaurar en sus hijos. Pero ahora en estos tiempos nos encontramos gente de esta generación que desdice de esos conceptos y principios generacionales y que junto a otros desadaptados sociales, son puses sociales, se han dedicado a dar malos ejemplos y de liderar corrupciones. Son la contaminación de esa generación, son el tumor cancerígeno de esa generación. Y aunque no son todos los que están, tampoco están todos los que son.
¡Por eso caras vemos, conciencias y personalidades no sabemos! Entrevistandome en una ocasión con ellos, me hablaban de su decencia e integridad y la dedicación que tenían de ejemplos y moralidad para con sus sobrinos, que nunca incurrirían en las corrupciones de la gente saliente y fíjense lo que realmente son, una basura de ciudadanos, una lepra institucional. Sinvergüenzas que deberían vestirse de cilicio.
Deberían honrar sus nombres y sus personas, porque sus descréditos y sus desprestigios están a la orden del día. Pero Ananás y la elegida, ellos, este par de inmundicias institucionales, siguen alterando cifras. Desde que el Coronel psicópata, narcisista, licántropo y voyerista puso sus manos malditas y corruptas sobre la institución, esta solo produce excremento e inmoralidades.
Si hacemos un símil comparativo con un taller mecánico «donde el encargado una vez que le diera entrada a los vehículos, para su arreglo y transformación , entonces los mecánicos no les hicieran ninguna reparación , a la sazón estos autos no experimentaron ningún cambio y sin piezas nuevas y sin trabajos de gente experta , una vez que estén en carretera seguirán con las fallas o no podrán arrancar, o contaminarán el ambiente o causarán accidentes, o cualesquiera circunstancias dañinas se producirían. Porque sin transformación no hay cambio y los daños siguen. Así sucede en la institución, sin transformación de los clientes internos – los empleados – , ni de los clientes externos – usuarios – , nunca habrá evolución moral, ni ética, ni respeto a las leyes. Entonces la burla a la sociedad continuará. Por eso es que las noticias arden por escandalosas y por terribles».
Estos dos truhanes junto al equipo que coordinan, son un insulto a la generación de los baby boomers, son un ataque a la decencia y una deshonra y desprestigio para sus propias personas. ¡Elegida y Ananás no sigan alterando cifras!, tomen conciencia, tengan temor de Dios que les pedirá cuentas y de las leyes de los hombres que el largo brazo de la ley los va a atrapar y a ponerle los ganchos. ¡Cuánto desorden moral y ético hay en la corporación! Quiéranse, ténganse amor propio, pero un amor auténticamente puro sin corrupciones, ya dejen de delinquir por respeto a ustedes mismos y a sus almas, ya dejen de delinquir por órdenes del psicópata, ténganse respeto y quieranse.
Uno de los efectos psicosociales de tener al frente de la empresa a un psicópata, es precisamente una permisión de la criminalidad porque no hay cánones morales que imitar, no hay un parangón ético que seguir, que no sea la lenidad para con los delitos, el cohecho, el soborno y la extorsión, sin olvidar los múltiples manejos dolosos que desprestigian a la institución.
Si hubiera una rectoría a la cual acudir, obligante sería decir « Ni pidas a quien pidió, ni sirvas a quien sirvió ». Pero estamos viviendo tiempos, donde la moral es pisoteada alegremente, las virtudes son solo nominaciones para los discursos de salón y los que ahora están en su salsa de corrupción y depravaciones, no piensan en sus almas inmortales».
“En esa calle de Buenos Aires los árboles crecían inclinados, tanto por el día como por la noche. Qué inútil humillación, era de noche, no había sol ¿Por qué inclinarse? ¿Habían olvidado esos árboles toda dignidad y amor propio?” Manuel Puig
Profesor Universitario/Abogado/Periodista/Psicólogo/Escritor.