Dr. Crisanto Gregorio León
Nadie está por encima de la ley. Ni el político, ni el sacerdote, ni el criminal, ni el policía.
Antonio Villaraigosa
Seguramente usted ha visto algún certamen de belleza donde «la ganadora» que compró el título y que de antemano sabía que la iban a proclamar la Reina, para aparentar ante la opinión pública que su triunfo le ha sorprendido, actúa un perfil de conmoción, estira la cara, abre la boca y pela los ojos exagerando su fóvea , mientras se lleva las manos al rostro haciendo una expresión de extrañeza y hasta es capaz de lagrimear histriónicamente sobresaltada por la confusión de la noticia que le ha producido aturdimiento.
De igual forma, el Coronel se hace el tonto, el loco, el inocente, el huevón y para evadir su responsabilidad finge ignorancia sobre los sucesos que a la luz pública lo incriminan penal y personalmente porque ya se le dijo reiteradamente lo que está sucediendo y siempre se hace el gil o el perejil cuando es público, notorio y comunicacional el guiso que tiene montado, junto a los caídos y los que faltan. Al enterarte del contexto sabrás que la Reina es un peón y que el artífice de toda la red de corrupción es el Coronel, ella la bruja, el Jefe psicópata narcisista es la Reina a la que hay que ponerle los ganchos. Tú siempre has sabido de todos los pormenores de la corrupción en la institución porque tú la lideras Coronel, porque siempre se te ha dicho y sospechosamente nunca hiciste nada. Pero ¡cómo vas a desarticular tu propia banda, tu propia red de corrupción! Los ganchos suenan en tus muñecas, en la Borracha y en la Sussana.
Así hace la bruja que manipula la institución, o sea el Coronel psicópata narcisista, licántropo y voyerista se hace el «huevón». Porque él se ha leído el instructivo de «cómo hacerte el huevón cuando te descubran». Y por si no te has enterado el Coronel es la bruja que tiene sus monos voladores que le rinden pleitesía y comenten crímenes por él y bajo las órdenes de él y que al igual que a los caídos los va a dejar solos para que se jodan y que resuelvan como puedan porque él no los va a ayudar. No los ayuda porque sería como confesar que son sus sirvientes, son sus criminales que cometen delitos por su orden, y son sus enviados cómplices-encubridores y una de las características principales del psicópata «es que saca el culo» y en este caso también porque es bisexual, además corre la arruga y abandona a su tropa. Y en su escenario deja a su suerte a la tropa de los necios que creyeron que por obedecer al Coronel a ciegas por tratarse de tan «ilustrísimo personaje de mentira», el embaucador psicópata integrado, nunca iban a caer en desgracia. Recuerden que el psicópata no tiene amigos, tiene cómplices esclavos y conocidos. Y siempre se va a hacer el huevón, porque es una rata.
Una institución de la trascendencia social como la que tiene en sus manos este oscuro personaje, el Coronel psicópata, narcisista, licántropo y voyerista; está siendo vapuleada en su imagen pública, en sus cimientos filosóficos, en su misión, en su visión y preponderantemente se le ha cambiado el giro de sus principios éticos y morales en la práctica. Porque el psicópata y sus cómplices están deformando la tarea a la que debería abocarse su gente.
La red de extorsión es de ramificaciones tentaculares, el cabecilla, autor intelectual y material, es este criminal sombrío, de personalidad camaleónica el Coronel malandro que es un timador social, un malhechor con autorización para delinquir, porque sus superiores saben perfectamente lo que está haciendo mientras lo mantienen atornillado en ese cargo dando el peor ejemplo y mostrando la peor imagen de una corrupción permitida, alcahueteada y amparada por gente que también se le echa de honesta , cuando no respetan ninguna norma moral, ni ética , ni legal.
Una red de extorsión liderada por el Coronel psicópata, narcisista, licántropo y voyerista. La antítesis de la misión institucional. Son unos tipejos de la peor calaña y lo más grave es que no les basta con ser delincuentes que en la posición que están otra debe ser la imagen y el mensaje que deben enviar a la sociedad y por el contrario se han convertido en todo lo que debieran combatir. La antítesis de su misión. La maldad y la oscuridad se ha apoderado de la institución, el Coronel y su anillo de corrupción son verdaderas calamidades, son unos azotes sociales, unos corruptos echándosela de gente correcta, y además de toda la podredumbre cerebral que asquea , se hacen los inocentes y son malas personas, son mala gente , porque causan daño intencionalmente . Planifican a quienes dañar y a quienes causar perjuicio.
Cuanta criminalidad impune, cuanta desfachatez y falta de vergüenza la de este Coronel psicópata, narcisista, licántropo y voyerista, quien con una caterva de monos voladores se ha dedicado a deformar las conciencias y a doblegar a los más débiles asaltándoles su moral y su integridad, si los jóvenes pudieran erguirse en su dignidad y contaran como son violados y violadas y como la droga es de venta planificada por el psicópata, otros aires soplarían.
El daño psicosocial que hace este delincuente y sus monos voladores, cómplices, encubridores y lacayos, es terrible, siniestro e inmerecido para cualquier sociedad.
Inocentemente la gente denuncia la corrupción ante el Jefe de la corrupción creyéndolo correcto y todos por «indefensión aprendida» nos sentimos parte The Chronicles of Narnia.
Al leer el siguiente texto «el oidor y sus interese inconfesables» entenderás porque nadie confía en los jefes de esa institución.
No encontraba el indio razón por la cual el «estado de cosas» permanecía incólume, pues en su caja de valores no había desconfianza. Su naturaleza ingenua y desprevenida lo llevaba a creer en el Cacique al que siempre le narra las prácticas y mañas de la tribu.
Desconocía el indio que ese oidor es uno de los cabecillas y el más interesado en que nada se enderece porque propugna los fines ilícitos que mancillan las costumbres tribales.
Sin sospecharlo, estaba acudiendo el indio al Jefe de la delincuencia de las tribus, denunciando ante la persona menos indicada, pues quien siempre le oía se alertaba y revelaba las confesiones que recibía, pero en provecho de la delincuencia; de tal modo que conocían entonces el Cacique y su banda de indios desadaptados los pasos a seguir para mantener a salvo sus cimarrones y se servía de la confianza que le tenía el aborigen; para prevenir a sus ladrones, a sus malhechores.
El oidor incorrecto, es el delincuente encubierto que recibe toda la información que se le suministra de buena fe para que haga lo que debe hacer en función de acabar con el estado de descomposición de la tribu y evitar su desaparición. Y por el contrario lo que hace es blindar las debilidades y la fuga de información que ponen en peligro sus «intereses inconfesables».
Para el oidor, las denuncias que recibía del indio las trataba delante de él como puerilidades y por tanto noticias sin trascendencia o que no merecían mayor cautela ; cuando en realidad constituyen el asunto medular que destruiría toda la «cosa nostra». Pues sí, la nostra tribal. Tal como la cosa nostra siciliana.
Parecía una exageración y no lo era. Se trataba de asuntos de una mafia interna que tenía demasiados tentáculos y muchos intereses como para que por la sola denuncia y persistencia del indio, entonces se acabara con toda esa corruptela.
Pero insistía el indio en ir donde el mismo Cacique a exponerle siempre las vicisitudes de la tribu y los malos pasos en que muchos andaban, con una confianza extrema era prolijo en detalles ; pero siempre se encontraba con las mismas vainas , con las mismas piedras , con unos ojos ciegos y unos oídos sordos, que evaden la realidad .
El error siempre ha sido hacer la denuncia ante los cabecillas de la banda que ocupan los cargos de liderazgo, encubiertos de gente sana y decente.
Si los jefes lo permiten, ¿entonces que se puede hacer?
Un celestinaje perverso había llevado a la organización de la tribu a un despeñadero, porque el oidor tiene intereses inconfesables.
Porque son parte de todo el entramado de corrupción, ya la gente se ha abstenido de denunciar ante los jefes y las personas han experimentado la «indefensión aprendida» de la cual les hablaré en otro artículo.
Sólo el crimen y el criminal, es cierto, se enfrentan a nosotros con la perplejidad del mal radical; pero solo el hipócrita verdaderamente está podrido hasta la médula. Hannah Arendt
Profesor Universitario/Abogado/Periodista/Psicólogo/Escritor
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