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Manuel Hernández

Libertad e igualdad son conceptos humanos que rondan nuestra sociedad desde hace ya muchos años, la firme creencia en que hemos sido creados iguales y libres, es base de toda ley, y la lucha por ésta verdad ha sido larga, amarga, pero victoriosa.

No todo lo que vemos u oímos es verdad. Algunos menosprecian la verdad, porque tratan de manipularla, torcer o voltear a su favor, claro, tarde o temprano son descubiertos, porque la verdad no se puede ocultar ni mantener prisionera mucho tiempo bajo falsos estándares.

La verdad es gasolina para las conciencias. Muchas veces aceptamos las propuestas más ilógicas, para evitar enfrentar nuestro temor a lo desconocido. Preferimos una falsedad segura, que una verdad incierta. Preferimos nadar en un mar de falsedades, y preferimos no estar consciente de eso.

En este momento venezolano, en este trazo de nuestra historia, donde el pueblo reclama verdad, honestidad, donde el culpar y señalar a los demás de nuestra incapacidad y errores, que son padre y madre de todo este caos sociopolítico, patente, no sirve de nada, todos tenemos algo de responsabilidad, de alguna manera, cierto, otros con más corresponsabilidad, pero insistir en ello, es demagogia.

La población, observa, analiza, no solo la situación, sino también a los elementos mezclados en ese surtido juego electoral, son cartas abiertas ante sus ojos, por tener conocimiento de quienes son. Ahora, la verdad verdadera, es que el pueblo a visto, oído y conocido, elementos del pasado, del pasado reciente, de la política regional, que tratando de buscar o de dar soluciones, sus comprensiones y explicaciones científicas en el plano social y político, para apoyar sus postulados, sin fundamento del mundo vital cotidiano, les ha resultado, por ello, en un acto fallido, porque sus explicaciones y comprensiones han carecido de vida, de sensibilidad.

Es que la misma esencialidad (humana) los invita o mas bien, los consumen y los arrastra a explicar y comprender sus planteamientos sistemáticos y coherentes, teniendo como principio fundante una racionalidad sazonada con el sueño, el mito, el asombro y el deseo de descubrir y de hacer de sus utopías científicas o no, algo realizable y notorio, pero debe haber en el individuo, en ellos, esa sensibilidad yuxptapuesta a la vida cotidiana de las personas. Esa mirada ecológica y ese trato epistemológico, es necesario para sacarle el jugo a los planes y proyectos sociopolíticos.

El pueblo, está expectante a ver si esta vez logra notar algún vestigio de verdad en el promontorio de promesas.

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