Maracaibo viva

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Por Douglas Zabala

Me fuí con Orlando Alí Calderón y Douglas Molero, a esperar en la esquina del viejo Botiquín «El Atracadero» por los lados de las Cuevas del Humo, a que llegara Manuel Rosales y Rafael Ramírez, pá comenzar la caminata que con ese remolino de gente, como rio desbordado en Conuco, bajaría de Valle Frío, pal Boluvevar de Santa Lucía, anunciando: «Vuelve la esperanza, el Zulia no se entrega, con Manuel Rosales, el cambio llega, llega».

Cómo pudimos nos safamos de esa marea humana empedraera y con José Luis Batista, no fuimos a esperar en casa de aquel mujerero que viven a tres casas de que Diego, en el Bulevard, y justo cuando nos vieron, la Catira de la Múcura gritó: ¡Una buebonada miren quien viene llegando ahí, Orlando Alí Calderón, el mejor Prefecto del Distrito de Maracaibo! Te acordáis Orlando, de cuando hicimos la mejores veladad de Santa Lucía y nos sacabas a bailar allí en el Hato.

Que tiempos aquellos Catira, pero aquí estamos y vinimos a esperar a Manuel y a Ramírez, que por ahí vienen con un mollejero de gente. Orlando ya no es lo mismo todos los muchachos se nos fueron, el Barrio está solo, pero no muerto, porque ahora es cuando tenemos ganas de vivir y mientras estemos vivas, el Empedrao está vivo y Maracaibo está vivo. Le decía a Orlando la gorda quien fue una de su Secretarias, en tiempos de la Prefectura Distrital.

En ese tejemaneje de la conversa y el rebulicio de la gente bajando de las calles Jugo, San Luis, Nueva Venecia, la Placita de los Sapos y Federación, me acordé de Marlene Nava, quien en días atrás escribió: «Maracaibo está muerta. Eso no lo entiende el resto del país. No es que la han transformado, es que la mataron. Y yo, que la lloro a diario. Solo quiero que vuelva a la vida».

Douglas. Esto se jodió. Ahora sí se jodieron ellos, me decía José Luis Batista, refiriéndose al destructor del Zulia y su compinche el destructor de Maracaibo. Ahí vienen Manuel y Rafael Ramírez con ese gentío atrás.

En medio de la algarabía escuché a la catira de la Múcura, que con sus ochenta años a cuesta, le gritaba a Manuel: «Manuel aquí estamos. Con vos y Rafael Ramírez, Maracaibo volverá a la vida».

¡Manuel estamos vivas y Maracaibo está viva!
¡Viva Maracaibo!

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