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Manuel Hernández

El gobierno nacional es sacrificado, es víctima de los engaños y embustes de revolucionarios y revolucionarias que ostentan altos cargos a todo lo largo y ancho del país, y que son saqueadores y saqueadoras corruptos y corruptas.

La soberbia impera, la negligencia y la anarquía se sientan en las sillas de poder, y la indiferencia hacia los deberes lo roe todo.

Todas las leyes están siendo deshonradas por el convencionalismo, y la ambición domina por doquier. Todo el país mira en la revolución con un estigma a la avaricia y la insensibilidad social, por la defección de éstos «revolucionarios».

La ignorancia política de éstos, que son ya mayoría dentro del gobierno, tiene su raíz en que su moral llegó a ser peor que la de los Adecos y Copeyanos. La revolución misma (los verdaderos, ya muy pocos) en pleno paroxismo febril por tanta infección y defensión pide a gritos: » Asepsia» «Asepsia», «Metamorfosis», » «Revolución dentro de la Revolución», de lo contrario seguirá muriendo lerdamente ante los ojos indiferentes de propios y extraños, como si no doliera a nadie.

El no reconocer que se está muriendo, siendo ello notorio y sin lugar a dudas verídico, es aferrarse a un milagro quimérico, sin aceptar la realidad tangible. Nunca los culpables de la muerte aceptan eso, su culpabilidad.

Para finalizar con esta reflexión, voy a citar una frase de Augusto Comte: » El progreso del conocimiento responde a las necesidades de la vida: Saber es prever, pero hay que prever para poder proveer».

Hasta la próxima semana mis queridos coterraneos.

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