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Por: Juan González

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                                                                              “El Pasado no, pero quedan los recuerdos”

El 13 de septiembre de 2018, hace exactamente 3 años, partió al otro lado de la vida, se nos fue con 90 soles y lunas a cuesta Juan María Hernández, el “Cotín” de entonces “El Cotín de siempre”. Juan “Cotín”, como era popularmente conocido, vino al mundo el mismo día que nació el Gran Mariscal de Ayacucho: Un 3 de febrero, pero de 1928. Por eso, él decía con mucho orgullo a sus familiares y allegados que había nacido el mismo día que nació en Cumaná Antonio José de Sucre, y también decía en tono jocoso que era de la generación del 28, pero no compañero de ese grupo de estudiantes de la UCV que en febrero de 1928 insurgió se rebeló contra la cruenta y larga dictadura del General Juan Vicente Gómez, sino porque su nacimiento data de 1928.

“Juan Cotín” era nativo de Chaguaramas, uno de los caseríos fluviales históricos de la Isla de Manamito, en la actualidad perteneciente a la parroquia San Rafael del municipio tucupita.  Desde muy  joven, Juan “Cotín” comenzó a “caerse a cachetadas con la vida” : estuvo trabajando por varios años, fue empleado utility del dentista Ramoncito Núñez(+), en calle Bolívar, cuya casa fue comprada por el papá del profesor Armando Salazar, el señor Secundino “Cundo” Salazar(+), por largo tiempo la sede del MAS; fue vendedor ambulante de chicha y meriendas( bofló y catalinas) primero en un carrito, y después en una bicicleta de reparto, luego arrendó un pequeño local ubicado entre las calles Pativilca y 5 de Julio en el cual montó una bodega, una taguarita.

Allí se hizo vecino de la bodega de Pablito Rojas(+), de la bodega de Benito Giulanni(+)y de la bodega de Jesús Chiriguita(+)  en sociedad con Vicente Bompart (+), de este último, por esas cosas buenas o maravillosas que a veces depara la vida, fue también vecino en calle Miranda de Barrio Libertad por muchos años, antes de su muerte ocurrida en un accidente de tránsito el 19 de diciembre de 1983 en la avenida Guasina frente al Gimnasio cubierto.

En “El porvenir”, como se llamaba su bodega, se vendía víveres, sobre todo casabe, meriendas, cambur corto y largo, kerosen , tenía su rockola y vendía su Zulia o Polar. Con Beninna Rodríguez (+) , una mujer humilde y también “olorosa a sudor de pueblo”, asalariada del Concejo Municipal del antiguo Territorio Federal Delta Amacuro como limpiadora de calles en el centro de nuestra ciudad, procreó 5 hijos : Miriam (dueña de una voz privilegiada, Juana, Juan Ramón, Rommel y Robert Hernández Rodríguez), los mantuvo, levantó e inculcó los mismos valores positivos que sus padres le inculcaron a ellos.

Con su compañera Bennina vivió por muchos años en Calle, al lado de un personaje popular de la época: Antonia Mendoza, “La Ñeca Antonia” (+) y vecina de la pareja Marianito Jiménez (+) y Dignora Agreda. Si no el único, fue uno de los pocos sectores de la Tucupita de la década del 60 y hasta más acá que tuvo bodegas en sus cuatro esquinas. Me refiero a la intersección de calle Pativilca con 5 de Julio. Allí, Juan “Cotín” mantuvo su bodega El Porvenir por más de 38 años. Aun viviendo en Barrio Libertad, “Cotín”, vendía sus cervecitas y era cocinero de exóticos y extraños condumios para sus clientes.

A pesar que no logró ni siquiera completar su primaria, era un hombre jocoso, de alto vuelo mental, con mucha chispa. En una oportunidad,  hija Mirian se lo llevó a pasar unos días en Cumana y aprovechó para acompañarlo a un chequeo médico en una clínica, donde por coincidencia, estaba trabajando el cardiólogo deltano Alfieris Jiménez Rodríguez. Después de examinarlo detenida y minuciosamente, el Doctor Alfieri le dijo en tono preocupado: Señor Juan, usted tiene el corazón recrecido. Y cotín le riposto: Doctor, como no lo voy a tener recrecido, si cada vez que veo a una mujer me emociono demasiado.

Allá, en su nuevo ambiente, ya “cotín”, el de “Arrutatá,/te lleva el diablo/ si no le pagas”, ya se encontró con sus viejos y su compañera Benigna, con sus vecinos y colegas bodegueros Jesús Chiriguita y Vicente Bompart, Benito Guiliani y Pablito Rojas , y anda en busca de los otros diablos danzante, de sus compañeros Gabuza, Chichi bello y Amado Zapata, está tratando de localizar a John Andrew, “El Negro Sucre” ,Vernon Francis Ottley, “Mister Frank”, a Julia Carrión, Cleto Guerra, Tomás Pérez y Jesús María Marcano Rangel, “El Catire Marcano”, Gonzalo Moreno, Luisa Velasquez “Pipa” y el infaltable Eulio Sandoval Martínez para reivindicar en el cielo los carnavales de Tucupita. Es verdad que el pasado no regresa, pero también es muy cierto que quedan los recuerdos de personajes, lugares y vivencias de nuestro transito terrenal.

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