“Sólo hace falta mucho esfuerzo, fe y esperanza. Por ello, cree y crearás todo lo que haces”.
Juan Miguel Ávalos
No hay chavismo que dure cien años ni venezolanos que lo resistan puede decirse que sea la más cercana definición de este refrán muy criollo, por cuanto la capacidad de aguante, fortaleza y resistencia de hombres, mujeres y de todos los miembros en cualquier familia de nuestro país ya ha sido puesta a prueba cada día que amanece en la depauperada nación donde vivimos, sufrimos y morimos como menesterosos de un rico-pobre, destruido, quebrado y mancillado territorio que nos legaron Bolívar, Urdaneta, Sucre, Páez y otros próceres, gracias a un ideario revolucionario donde la repartición de penas, sufrimientos, limitaciones y males han sido distribuidos en raciones de patria —salvo a los del alto gobierno, líderes de primera línea y a los amigos y panas— que desaparecieron la calidad de una mejor vida en nombre de una “Revolución Bonita” que a propósito del proceso electoral de este 21 de noviembre presenta a candidatos oficialistas que prometen soluciones a los problemas causados y agravados por ellos mismos y ahora con un caradurismo fariseico prometen arreglar, mejorar o corregir lo que han destruido, convirtiéndose, más bien, en candidatos a ser nominados a ingresar en el libro de los récords Guinness, no por buenos, sino por la inmensa capacidad destructiva y de malísimos dotes de gerentes y gobernantes que han demostrado.
A estas alturas del juego que significan dos meses del día de las elecciones de gobernadores, alcaldes, concejales y diputados a los Consejos Legislativos, las ofertas de los candidatos revolucionarios —muchos aspirando a ser reelectos—, ya están moviéndose en el biombo de las promesas para que el electorado escuche, lea, analice y decida si vota o no por ellos en cada jurisdicción electoral del país, Maracaibo y el Zulia. Teniendo la gran ventaja de su lado en el uso y abuso de los recursos del Estado —vehículos, publicidad, propaganda, ministerios, despachos oficiales, televisoras, circuitos y emisoras de radio, entre otros—los candidatos oficialistas ya andan en la calle, unos usando su típico color rojo en franelas, gorras y chapitas, mientras que otros, cambiando y desmarcándose del rojo del PSUV por otros colores, pretenden distraer y engañar la inteligencia de los electores al modificar hasta el diseño de sus mensajes en las piezas publicitarias de las redes sociales tratando de vender un mensaje nuevo, fresco y bien lejos del que les endosen las culpas en la repartición de los errores y responsabilidades del desastre e ineficiencia en la conducción del país, estados y municipios gobernados por la Revolución del Siglo XXI que muestran barriadas, urbanizaciones y sectores populares llenos y saturados de problemas no resueltos y más bien agravados con la excusa por delante de dirigir el discurso y dedo acusador contra la oposición apatrida, al imperio gringo, a saboteadores y terroristas caídos del cielo o a los que no pueden hablar y defenderse del reino animal como las sospechosas iguanas o los rabipelados, pero jamás ni nunca a la mala gerencia y al despilfarro de los dineros públicos o la viveza de algunos revolucionarios que mejoraron de la noche a la mañana su patrimonio personal y los dígitos de sus cuentas bancarias sin importarles en lo más mínimo eso que llaman “el pueblo”. Muchos de ellos disfrutando bienes de fortuna mal habidos viven bien lejos de nuestras fronteras llegando a aparecer como perseguidos para acogerse a la protección en otros países. Otros, a lo interno, dándose la gran vida, cual jeques tropicales, no disimulan su tren de vida o cuando lo hacen por más que se tongoneen siempre se les ve el bojote.
Lo cierto es que además de labia y de disimular las mentiras por aquello que lo que está a la vista no necesita anteojos, el electorado venezolano, zuliano o marabino sabe muy bien lo que ha sucedido con los servicios públicos de electricidad, agua potable, dotación hospitalaria y asistencia médica sanitaria, centros de educación primaria y media, universidades públicas, carestía de la comida, recolección de basura, transporte público o abastecerse de combustible, entre otros. Desde 2009 en Venezuela comenzaron a volverse recurrentes los apagones y muchos compraban las versiones más inverosímiles del gobierno y Corpoelec que llegaron al clímax en 2019 con el megaapagón que nos dejó durante cinco días a oscuras, sin agua, sudando a cántaros y pasando noches con un ojo abierto y otro cerrado pendientes de la plaga y de las incursiones de los amigos de lo ajeno. Qué decir del universal derecho humano de poseer agua potable limpia, cristalina y purificada que nos proteja de enfermedades gastrointestinales, pero la misión de Hidrolago está muy alejada de su razón de ser en un estado como el Zulia rodeado de agua por todas partes que bien nos convierte en enviadia de otras naciones del mundo carentes de este recurso que circula libremente bajo el suelo marabino, que ha obligado a condominios y a particulares a perforar en el patio de sus residencias para saciar la sed y cubrir otras necesidades hogareñas. Otro problema nacional, regional y local es el transporte urbano y extraurbano destruido y venido a menos en nuestro estado y ciudad capital del Zulia. Grandes extensiones de aceras y asfalto soportan cada día el transitar a pie de cientos de hombres y mujeres. Otros que han podido pedalean sus bicicletas en diligencias en distintas direcciones. En contraste el sol y la intemperie deterioran y destruyen decenas de autobuses chinos Yutong en los patios y talleres del Metro en un cementerio rojo adonde una vez entraron dañados, pero no volvieron a salir refaccionados.
En el área de salud en los grandes hospitales del Zulia, centros ambulatorios urbanos, rurales y dependencias adscritas al IVSS la situación de desidia y escasez en la dotación y suministros es reflejada a diario cuando a través de las redes sociales y medios de comunicación —antes impresos y ahora digitales—, nos enteramos de parturientas trayendo a sus hijos fuera de esos centros, en plena calle, por ausencia en la dotación de insumos o leer que pacientes graves por accidentes de tránsito u otras causas deben ser acostados en el piso o sentados en sillas mientras son atendidos. Y qué decir de las carreras de familiares o amigos si la lesión amerita un estudio de resonancia o Rayos X cuando el paciente debe ser ruleteado a otros centros médicos o en el mejor escenario que pueda ser atendido en una clínica privada si el presupuesto familiar lo permite. Dígame los casos de mordeduras de serpientes; eso es un boleto seguro a la otra vida por escasez de suero antiofídico. No lo conozco, pero menos mal hay un Ángel en el Zulia, llamado Luis Contreras, capitán de Bomberos quien mueve cielo y tierra en mucho de estos accidentes y ubica el suero. No es político, es servidor público. Cuando escribía estas líneas recordé un prometido Futuro Seguro de una pieza publicitaria que a miles y miles no les llegó. Otras promesas seguro será el estado de colegios, liceos y espacios de la Universidad del Zulia donde el acelerador de la realidad es otra verdad que no puede esconderse por el abandono de estos espacios del saber y la inteligencia venidos a menos a no ser por una mano de pintura en sus columnas de color rojo.
A LUZ y otras universidades públicas venezolanas no fue el Covid-19 sino la otra pandemia de la reducción de sus presupuestos adelantada por el gobierno nacional, la que cerró sus puertas y las convirtió en inmensos espacios desolados y abandonados.
Otra promesa será cómo explicar y a quién echarle la culpa del fracaso en la recolección de desechos y la basura en las principales ciudades del país, entre ellas, Maracaibo, donde la frecuencia no es que pase el camión sino que desde hace rato dejó de hacerlo y cualquier esquina en calles, avenidas, plazas o espacio es el sitio donde los vecinos depositan los desperdicios del hogar, asemejándose algunos lugares de la Tierra del Sol Amada a ciudades de la India, Bangladesh o Nigeria como seguramente alguna vez lo habremos apreciado en documentales de National Geographic. Quemar la basura en la calle o contratar al servicio burrero express no fue precisamente promesa de años atrás.
En fin, la tarea ya está ordenada a cada aspirante oficialista para seguir manteniendo los espacios ganados cuatro años atrás o asumir otros, pero a no ser que a usted le pretendan someter y convencer por el estómago, ofreciéndole semanalmente una caja Clap en la puerta de su casa, conseguirle efectivo ilimitado en los bancos, no hacer cola para surtir gasolina, que el salario mínimo le permita un mejor vivir o no ser atropellado por algún funcionario matraquero, le aconsejo que no crea en estos tiempos en pajaritos preñados.
José Aranguibel Carrasco
CNP-5003