Compartir

César Malavé

Conmemoramos una vez más el gesto heroico, que hizo posible la conquista de la jornada laboral de ocho horas diarias, donde los mártires de Chicago fueron ajusticiados al mundo de la barbarie con letras de sangre y fuego. Louis Lingg, Adolph Fischer, Miguel Schowan, Samuel Fieldem, Albert Parsons, August Spies, Oscar Neeb, George Ángel, son el la historia del trabajo barbárico, en ausencia de sindicatos, los más connotados protagonistas de las batallas libradas en Chicago, cuyo logro mas importante, además de la reducción de la jornada laboral  diaria, fue la lección dada a los trabajadores  del mundo, y desde luego al industrialismo asumido como tarea  brutal e inhumana. En nuestro país desde 1999 no conmemoramos el Primero de Mayo, lo festejamos. Es como una distorsión de lo que históricamente constituye el mayor estímulo para la lucha de los trabajadores organizados. Aunque con la muerte del otrora presidente de la FVM, seccional Caracas, pueda ser minimizada la jarana, con todo y lo danzante de sus  exequias centrales.

La clase obrera han caído en la trampa del régimen autocrático. Los trabajadores por variadas razones no han visto con claridad la verdad que encierra el proyecto militarista, populista y totalitario que se inició hace más de veinte años y que pretende consolidarse con las “ciudades” comunales. El régimen ha logrado socavar la unidad sindical. Han desnaturalizado la organización laboral y pretenden sustituirla por grupos claudicantes, “sapos”, tarifados. El chavismo con su política fascista, al estilo Perón en Argentina,   pretende imponer su tesis “obrerista”, que dista mucho de la histórica doctrina sindical venezolana.

El autócrata sistema chavista fraccionó al movimiento colectivo de los trabajadores. Conviene a sus interés totalitarios propiciar la división de los trabajadores, porque así pueden dominarlos mejor y lograrlos mantener en un estado de subdesarrollo que impide ver con claridad el objetivo final de la lucha sindical y política encaminada a la liberación del país y al mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo de Venezuela. La organización sindical no debe caer en la trampa del fascismo chavista. Los trabajadores tienen el indeclinable objetivo de la preservación de los derechos sociales y la defensa de la dignidad y de la integridad de los trabajadores frente a la agresividad y la violencia del gobierno de Maduro.  El movimiento sindical venezolano vive una hora de angustia y dramática expectación. Muchos trabajadores enfrentan la justicia por reclamar sus derechos y la Ley de Seguridad Social de la Nación criminaliza la acción sindical. La clase obrera de la Patria de Bolívar sufre en estos momentos el embate del totalitarismo y de los factores psicológicos más negativos en las luchas sociales: la Incertidumbre, la frustración y el vacío.

El movimiento sindical no puede perderse en el obrerismo  que atasca a  los trabajadores en el tremedal reivindicativo y el cotidiano trabajo de la reclamación salarial. Desde luego que no abogamos por el descuido de estas tareas que lo son de inmediato, por la precariedad de los ingresos familiares. Lo que queremos expresar es que, sin echarlas a un lado, el sindicalismo debe tender hacia su propia ampliación, politización e intelectualización, que es como puede evitar caer en la trampa del conformismo y la resignación. Hay necesidad de la unión, en una sólida organización, de los trabajadores manuales e intelectuales del país. Un movimiento sindical así preparado para repeler las asechanzas, está igualmente listo para decir su palabra en todos los asuntos relacionados con la vida del país; para decirla y para que se la respete desde un régimen manejado por un “obrero” sin clase trabajadora.

@cesarmalave53

Deja un comentario