Narrada por BBC Mundo News
Son cerca de 100 kilómetros los que separan la comunidad pesquera de Güiria, en el extremo noreste de Venezuela, de Puerto España, la capital de Trinidad y Tobago.
Y aunque parezca que no es mucho, en realidad es una peligrosa travesía llena de obstáculos, sobre todo si se realiza en pequeñas y precarias embarcaciones pesqueras.
Precisamente, lo que han hecho los miles de venezolanos que se han aventurado a cruzar el golfo de Paria para llegar a la isla de Trinidad.
Lo hacen huyendo de la pobreza, el desempleo y la falta de servicios que persisten en el país sudamericano y que se han acentuado con la pandemia de covid-19.
Muchos han muerto en un goteo de casos que raramente genera tantos titulares como el del fin de semana, cuando la Guardia Costera trinitaria indicó en un comunicado que había recibido información sobre once cadáveres que fueron encontrados el día anterior en aguas cercanas al pueblo de Güiria.
Poco después, las autoridades venezolanas corroboraron la noticia mediante otro comunicado, en el que además agregaron que habían hallado otros tres cuerpos sin vida, elevando la cifra de muertos a 14.
Una peligrosa travesía
El tramo de Güiria a Trinidad es sumamente complicado.
Primero se debe llegar a Macuro, una pequeña y remota localidad cuya única vía de acceso es marítima, de allí las embarcaciones se lanzan al mar con la esperanza de llegar al otro lado.
Para completar el viaje que dura poco más de dos horas es necesario atravesar una zona «muy peligrosa» llamada La Boca del Dragón, una serie de estrechos que separan el golfo de Paria del mar Caribe.
La periodista del medio digital venezolano Crónica.Uno Yohana Marra, que conoce bien la zona, asegura que las condiciones atmosféricas pueden complicar aún más las cosas.
«Y ya de por sí atravesar La Boca de Dragón es complicado porque allí chocan varias aguas, lo que dificulta el paso de barcos pesqueros», le dice a BBC Mundo.
Por eso, explica que algunas embarcaciones eligen viajar muy cerca de la costa, para minimizar el riesgo de muerte en caso de naufragio.
Y siempre salen de noche, en la oscuridad, para evitar ser capturados por las autoridades trinitarias.
De 25 a 30 personas por bote
Naki Soto, una comunicadora venezolana que también conoce bien el tema, detalla que las embarcaciones son pequeñas y fueron «inicialmente creadas para la pesca».
«Son estructuras de madera que dependen de la potencia de los motores que, dada la infraestructura deteriorada del país, llevan años sin ser revisados. Y a eso se le suma una gasolina de mala calidad que termina disminuyendo las oportunidades de que el bote realice el viaje con éxito», le dice Soto a BBC Mundo.
A la hora de publicación de esta historia, ni las autoridades trinitarias ni las venezolanas habían respondido a las solicitudes de entrevista de BBC Mundo.
«De Güiria salen pesqueros con muy pocas medidas de seguridad, generalmente con 25 a 30 personas, más de los que el barco puede llevar, y la mayoría sin chalecos salvavidas», le dice a BBC Mundo desde Güiria el sacerdote Jesús Villarroel, director de Caritas Carúpano, estado Sucre.
El viaje puede costar hasta US$500, según el sacerdote, y es organizado de manera «misteriosa y secreta» por locales que se hacen llamar «capitanes».
Marra dice que hay incluso quienes pagan el viaje con un teléfono celular, con una nevera o un televisor.
«Otros llegan incluso a empeñar sus casas para costearlo», explica por su parte Villarroel, antes de precisar que la mayoría de los que deciden partir a Trinidad de esta manera provienen del oriente del país, muchos de la zona de Güiria.
«Sin embargo, también hay casos de gente que viene del resto del país».
Por su parte, Soto estima que hay un problema entre bandas delictivas por el control del mar que ha arrastrado a los pescadores locales.
«Las posibilidades que tienen ellos para hacerles frente a las bandas organizadas son escasas y por eso algunos terminan siendo sometidos y se suman a ellas», explica. «De algo tienen que vivir».
“Lo único que les importa es conseguir un trabajo”
Marra, que ha hablado con varias personas que aspiran emigrar a Trinidad, explica que muchos en Güiria ven en la isla la única opción para salir de la «desesperada» situación en la que se encuentran.
«A veces no tienen nada que comer, las mujeres están desempleadas. Están conscientes de la situación en Trinidad, de que los pueden detener, de la xenofobia, pero me han dicho que no les importa», cuenta.
«Lo único que les importa es conseguir un trabajo y poder enviarle dinero a su familia».
Según Marra, los migrantes se van «con lo puesto» y con una mochila en la que meten lo estrictamente necesario: «Un par de cambios de ropa a veces es más que suficiente».
«Si el barco logra llegar a Trinidad, allá los espera alguien que los guía para que no los detengan, a veces tienen que permanecer en lugares seguros por varios días cuando hay alcabalas, pero pueden pasar varios días antes de que puedan comunicarse con sus familias y hacerles saber que llegaron sanos y salvos».
A Marra le preocupa que el tema de los naufragios se está «normalizando» en Güiria.
«Me dicen que el pueblo actualmente está alborotado, que hay detenciones y están tratando de investigar. Los familiares de los fallecidos están destruidos, por supuesto, pero ya ha pasado tantas veces que a los pobladores les choca cada vez menos».
“Dudo que sea el último”
Cuando finalmente llegan a Trinidad, gran parte de los venezolanos comienza un largo trámite para permanecer en el país en calidad de refugiados.
Marra denuncia que un aspecto preocupante del tráfico de personas a Trinidad es que también existe la trata de mujeres.
«El tema de la migración en Venezuela favorece a las redes que se dedican a esta actividad, que se ha vuelto común en el oriente de Venezuela», explica.
«Captan adolescentes, les hacen promesas de trabajo, y muchas madres solteras que viven precariamente y quieren ayudar a sus familias creen en ellas y terminan cayendo en la prostitución y en la explotación».
En junio de este año, la justicia venezolana detuvo a 11 hombres y una mujer presuntamente involucrados en una red de trata de personas que pretendía trasladar a Trinidad a un grupo que incluía a niñas menores de edad.
Actualmente en Trinidad y Tobago hacen vida cerca de 40.000 venezolanos, una cifra que sigue en aumento pese a los intentos de las autoridades trinitarias de parar el flujo migratorio.
Y las tensiones entre las autoridades venezolanas y trinitarias siguen aumentando.
«El caso de los 14 muertos el pasado sábado no es el primero, Venezuela ya lleva más de cien muertos en el mar, pero no todos han tenido el mismo impacto mediático, y lamentablemente dudo que sea el último. Esto va a continuar hasta que la situación en el país cambie», concluye la periodista Naki Soto.