Compartir

Es una realidad. Es querer despertar deseando que nada pasó. Son anhelos de aquellos que hoy intentan salvar sus vidas y la de su familia, pero no, no es un sueño, es el precio que hay que pagar.

Un viaje tan corto como incierto. Han sido seducidos a una vida social que tan pronto, en un cerrar y abrir de ojos, ya no lo podías tener en esa tierra de tus amores, esa donde caíste y te levantaste una y otra vez, esa que te abrazó y vio tus primeros pasos y, que ahora solo es testigo de ver esas lágrimas rodar por tus mejillas en cada despedida. En cada huida.

Pero no todo lo que brilla es oro. Había que despertar. Nadie escapa de la realidad, lo que un día ofreciste y creíste que serías premiado por ello, no, aunque es difícil que lo aceptes, tu mano ya fue mordida.

  • Te digo, yo recuerdo, yo lo viví, aquí recibimos a todo el mundo vale, trinitarios, guyaneses, colombianos, peruanos, bolivianos, turcos, chinos, por aquí pasearon las calles. En cada carnaval ellos venían y eran recibidos bien. Ellos disfrutaban de todo esto, claro vale, yo lo viví.

Claramente son palabras de lamentos y tristezas de alguien en quien no cabe el entendimiento de los rechazos hacia sus paisanos de Delta Amacuro, y, ¿a quién sí?

Un centenar de venezolanos ha sido víctima de la xenofobia en cada rincón del mundo. Personas que solo quieren brindar un mejor futuro a sus retoños, gente trabajadora que lo único que busca es ganarse el pan de cada día con cada gota de sudor, de esfuerzo.

Cada vez son más las deportaciones. Un papel es la pared impenetrable, aquel simple material es lo que te aleja de tus aspiraciones, sí, aquel “bendito” papel.  

  • Por ese bendito papel vale. Aparte de que te arriesgas, ya se han visto muertes. No es fácil hermano. No nos merecemos que nos traten así, tanto que le dimos a ellos.

Es apenas una parte de lo que siente hoy un deltano, quien suspira, se encomienda a Dios y, espera despertar un día de esta pesadilla.

Deja un comentario