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Analizando el personaje central de la clásica obra de Rómulo Gallegos, Doña Bárbara; encierra el prototipo de mujer que llevada por las circunstancias “utiliza su energía de forma desafiante, destruyendo vidas, apoderándose de propiedades, manejando las leyes y pisoteando los sentimientos de las personas”.

De igual manera, esta descripción conlleva a recordar a personajes de la política deltana (hombres y mujeres) que han sido temidos más que respetados y que en el temor refuerzan su conducta despótica. Así mismo, Doña Bárbara luego de perder su primer amor en condiciones dramáticas cultiva sentimientos de rencor, odio y venganza que la llevan a su propia destrucción.

“Para sobrevivir se aferra a la posición existencial Mas/Menos: yo estoy bien mientras pueda tener poder sobre otros. Esta actitud la acompañaría toda su vida porque ya nunca más se permitiría correr el riesgo de mostrarse débil “. Nuestros políticos (no todos), no contentos con embaucar su propia vida, engarzan a quienes los rodean en ese torbellino de poder maquiavélico que tiene sumido a nuestro estado en una dolorosa situación.

Sostiene González, que los juegos favoritos de Doña Bárbara fueron: seducción en primer lugar, pasatiempo a través del cual provocó la destrucción de Lorenzo Barquero… El “te agarre desgraciado” fue el entretenimiento psicológico que utilizaba con quienes estaban bajo su mando. Su rol en el triángulo dramático fue el de perseguidora.

La intimidad no tuvo cabida en el mundo afectivo de Doña Bárbara porque eso hubiera significado compartir sentimientos con alguien. Ella solo participaba en momentos de complicidad con quienes tramaban sus ilícitos negocios. Además, las emociones auténticas fueron sustituidas por el rebusque. La venganza, el odio y el rencor sustituyeron la tristeza y la rabia; la actitud bravucona sustituyó la alegría y el amor. Aunque parezca que el ámbito psicológico es responsabilidad de los parámetros ocultos de una persona, hay toda una trama social que lo provoca y favorece.

Es necesario entender que definitivamente hay un estilo de ejecutar política que se debe corregir en el estado para dar lugar a que el ciudadano común no quede excluido del poder político y que este, lejos de centralizarse se pueda verdaderamente afianzar en la sociedad civil. Es indiscutible que ante el poder de los cogollos que se convierten en destructor, se debe anteponer la autoridad de la ciudadanía.

Finalmente, el argumento de Trepadora programó la vida de Doña Bárbara. “Trepó sobre leyes, hombres, valores tradicionales, por encima de sus propios sentimientos y cayó vencida”. De trepadora pasó a ser perdedora, después de cumplir los mandatos de: No sientas, no expreses lo que sientes… Los impulsores que afloraron en su conducta fueron: “se fuerte” y “compláceme”.

Es considerable que el triste final de Doña Bárbara puede ser el afligido fin de personeros del mundo político. Cualquier semejanza con la realidad no es pura coincidencia. Felizmente, los tiempos se transforman y este tipo de argumento para la vida comienza a resquebrajarse en la sociedad de hoy. Razón tenía Pedro Berroeta, cuando decía; “Como el terreno de la física, en el campo moral hay también una inviolable ley de gravitación que hace sentir fatalmente los resultados de las acciones tomadas”. Serán las actitudes sinceras y valerosas las que deberán imponerse para sacar a Venezuela de esta crisis.       

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