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“Desde 1985, trabajo aquí, mis hijos nacieron y crecieron aquí, y quiero trabajar hasta que Dios me lo permita” sostiene la indígena warao mientras prepara su mercancía para la venta.

Blanca Esther Bastardo, mujer warao de 55 años de edad, levantó a su familia vendiendo productos agrícolas en un kiosco ubicado en el mercado municipal de Tucupita.  Tiene 35 años vendiendo verduras  “mis hijos nacieron y crecieron entre las verduras” asegura la indígena que se hace acompañar con tres de sus hijos y  nietos en el lugar de la venta.

Desde hace seis años, su voz acostumbrada a promocionar sus productos empezó a perder fuerzas, su cuerpo comenzó a padecer cuadros febriles intensos y aparecieron los síntomas con hinchazón en todo el cuerpo y, meses después le diagnosticaron síndrome nefrótico y finalmente cáncer renal.

A pesar de lo complejo de su pronóstico, la enfermedad no ha sido suficiente para abandonar su pequeña bodega “estoy en tratamiento de quimioterapia, el remedio no se consigue, al parecer es una muerte segura” asegura Blanca Esther con el rostro enrojecido para no llorar delante de sus hijos.

“Levanté a mi familia aquí, mis hijos nacieron y crecieron aquí y, voy a trabajar hasta que Dios me lo permita; aún tengo dos hijos estudiando y tengo que sacarlo adelante”.

Marbis Alcalá, la mayor de sus dos hijas, alega que no es nada fácil luchar con la enfermedad de su madre y llevar adelante el trabajo “gracias a Dios seguimos aquí con mi mamá trabajando en el mercado, su constancia y sus ganas de vivir vencerán la enfermedad y continuará su lucha entre nosotros”.

Blanca Esther Bastardo, es el rostro de la mujer indígena que no se deja vencer por las adversidades. Para sus hijos, la lucha de su madre contra la enfermedad y su tesón de trabajo durante35 años son testigos de  constancia, la entrega y el aporte de la mujer indígena al país.

KAPÉ KAPÉ

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