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En la mayoría de los municipios del país, es muy difícil pasar sin ver las calles de nuestros pueblos desoladas, llenas de recuerdos en medio de un estado de circunstancias actuales traumatizantes para cualquier hijo de nuestra amada Venezuela.

El país, sin miramiento político, depositó su confianza en un modelo de gobierno que empezó en 1999, logrando aglutinar el entusiasmo y la esperanza de muchos ciudadanos que después de largos años de permanencia en el poder, con los ingresos más grandes de nuestra historia, vivimos hoy la peor catástrofe humanitaria de nuestra historia, con cicatrices reflejadas en la destrucción del país y en la mente y el corazón de buena parte de nuestra población. 

En Venezuela cada período constitucional de gobierno tiene sus memorias, sus sobrevivientes y su esperanza de nunca más, volver a vivir ésta dramática realidad.

Veinte años después, la inmensa mayoría de la población exige un cambio político en el país, el movimiento de lucha por la libertad crece en todos los rincones de Venezuela con la esperanza cierta en poder lograr el nacimiento de una nueva Venezuela, con unión, paz, justicia, oportunidades, progreso; y dónde podamos devolverle los derechos robados a los ciudadanos de éste país, como un fenómenos que no se deberían repetir jamás. 

Quienes asuman la responsabilidad de conducir el cambio, no pueden olvidar trabajar la política de reconciliación nacional, para hacer grande nuevamente nuestra amada Venezuela. Atendiendo la hemergencia humanitaria, así como crear espacios para educar a las generaciones futuras para que no se repita historias cómo la nuestra.

Me he conseguido muchos venezolanos en las calles, que se preguntan quienes son, y cuál es su propósito en la vida, venezolanos a los cuales le robaron la esperanza.

El desarrollo personal de una inmensa población ha quedado en pausa o ha empeorado por el fracaso del modelo de gobierno que prevalence en el país, con tristeza debo decir, que he conocido de cerca casos, de hermanos venezolanos que se han quitado la vida en medio de esta crisis; otros que han tenido que acudir a consultas con psicólogos para sobrellevar el sufrimiento, y muchos que siguen de pie, por el apoyo que le brinda su familia, porqué  sienten que su calidad de vida se deteriora de forma acelerada,   derrumbándose  emocionalmente ante la falta del dinero necesario para llegar a fin de mes, con un salario de 65 mil bolívares y una canasta de alimentos familiar cuyo costo es superior  a los 3 millones 300 mil bolívares. Es muy duro, porque nunca fuimos entrenados para pedir, ni para vivir en medio de este desastre, donde las oportunidades de empleos productivos son muy escasos.

Freddy Paz
@freddyspaz

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