José R. Carrasquero|
Un día que trabajaba, en un colegio de religiosas;
pensé que salía de una fosa, algo que creí me miraba.
Muy distrído yo andaba, y pensaba en qué sé yo;
cuando un gran susto me dió, eso que a mí me miraba.
Aunque nunca sospechaba, lo que estaba junto a mí;
por poco grité y corrí, al ver que ella me miraba.
Tan cerca de mí se encontraba, que casi ya la tropiezo;
no sabiendo que era eso, ni que mucho me miraba.
Era algo que ignoraba, estuviera allí presente;
con mirada indiferente, seria y triste me miraba.
Sabiendo que me asustaba, no me podía mover;
y cuando yo la traté ver, parecía que me miraba.
No sabía dónde me hallaba, al ver allí una calavera;
que cual guardián se desvela, así ella a mí me miraba.
Sobre un escritorio estaba, como dueña y gran señora;
puesta por la directora, desde donde me miraba.
Viéndola casi lloraba, pues no sabía qué hacer;
sabiendo al frente tener, lo que tanto me miraba.
Todo mi cuerpo temblaba, teniendo aquello presente;
estando yo, allí era ausente, cuando ella a mí me miraba.
Me pareció que hasta hablaba, cuando de frente la ví;
que se moría creí, porque siempre me miraba.
Al Señor yo le alababa, cuando la ví de repente;
con un escrito en la frente, entonces, más me miraba.
En mi rostro se apreciaba, algo que decía así;
“COMO TU ERES YO FUI”, y siempre a mí me miraba.
Su frase no me agradaba, cuando leyéndola voy;
“Y SERÁS TU COMO SOY”, decía lo que me miraba.
Yo aunque quería no lograba, correr tampoco gritar;
apenas si respirar, cuando un ojo me guiñaba.
Esto que yo les narraba, fue pura imaginación;
pero verdad la lección, de quien sin boca me hablaba,
y SIN SUS OJOS ME MIRABA.