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“El ciudadano solamente debe obedecer a las leyes, y estas leyes no pueden tener otro objeto que la conservación, la seguridad, el bienestar, la unión y el reposo de la sociedad” Barón de Holbach

Mucho más allá de la diatriba política en la que está inmersa nuestra nación en estos últimos años, muchísimo más allá de las diferencias ideológicas que nos han venido separando a lo largo de este tiempo, lo único cierto que tenemos entre manos la grandísima mayoría de los venezolanos es una realidad que nos acorrala y nos aplasta hasta hacernos sentir que nos falta el aire de los pulmones.

Todos los ciudadanos de este país de corazón rojito o no, enfrentamos una abrumadora situación económica y social que amenaza con destruir lo que va quedando de nuestra Venezuela, un país rico pero empobrecido a causa del accionar irresponsable y totalitario de quienes ostentan hoy el poder.

¿Qué nos pasó a los venezolanos? Es difícil de entender, de comprender y mucho más de tratar de explicar. Nos hemos convertido en una masa humana profundamente dividida en dos grupos: unos que a mi entender ya es minoritario y que aún trata de defender lo indefendible, que después de veinte años aún cree en las promesas incumplidas y mentirosas de quienes se instalaron en el poder sin la más mínima intención de abandonarlo, lo cual constituye un acto de fe sin precedentes en la historia de la humanidad; y el otro grupo del que estoy seguro formamos parte la gran mayoría de los ciudadanos que adversamos la forma en que nos oprimen y nos estrangulan, pero que durante los últimos veinte años buscamos de manera incesante un liderazgo que nos lleve hasta el tan ansiado cambio pero que nos resuelva el problema para ayer.

Lo cierto es que ambos grupos viven y padecen a diario las penurias de una crisis inducida de la forma más perversa de control social a través del populismo exacerbado, la política del alicate en la boca del estómago. Nos convertimos, a pesar de nuestras diferencias en una sola masa quejumbrosa, enflaquecida, vistiendo ropitas viejas que deambula de cola en cola, contando nuestros míseros ingresos en busca de alimentos y medicinas. A todos se nos va el agua y la luz, tomos hemos sido víctimas de la delincuencia y creo que muy pocos venezolanos se han salvado de tener que ir de hospital en hospital, buscando una atención inexistente.

¿Será que nos vencieron, que nos conformamos, que nos acostumbramos a vivir sin vivir? Creo que los venezolanos todos, tenemos sin excepción una inmensa deuda con nosotros mismos, con nuestras generaciones futuras, con nuestro país que en algún momento tendremos que honrar. Un conocido me preguntaba el otro día, “chico y si estos carajos se van y como dice Maduro, los que vienen se olvidan de nosotros” a lo que le conteste sin dudar: no nos queda otra cosa que probar porque la única verdad que enfrentamos, es que estos ya se olvidaron de ti y de todos los que votaron por ellos hace mucho tiempo.
No creo que una sociedad se tenga que conformar a vivir en la miseria, hundida en la enfermedad y agobiada por todos los problemas que hoy nos aquejan. Resultaré reiterativo, cansón e insistente, pero somos los ciudadanos quienes estamos llamados a decidir cuál es el destino de la nación y de cierto me niego a creer que nuestro deseo sea el de mantenernos en la inopia y la ignominia de vivir como unos miserables, siendo testigos inermes de nuestra propia extinción social, por nuestra inacción.

José Manuel RodríguezAnalista / Consultor Políticojosemrbconsultor@gmail.comTwitter: @ingjosemanuel

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