Grupo de niños, con su “pata en el suelo” barrigas abultadas, con las caritas sucias y sonrisas agrietadas por las caries, invaden la basura y abarrotan todas las mañanas la puerta de las panaderías en busca de un pedazo de pan en la ciudad.
La crisis que atraviesa el país golpea con fuerzas a los sectores más vulnerables de la sociedad en Tucupita. Los niños waraos en situación de calle aumentan su presencia en las márgenes de la ciudad, ya no son las casas de cartones, ni de latas sólidas, es el duro cemento que golpea los huesos de las columnas frágiles de los niños indígenas.
En medio de un abrumador torbellino de moscas que invaden la cara del menor, la figura indefensa del niño warao, permanecía tirada en medio de la soledad en la parte baja del Paseo Malecón Manamo de Tucupita.
En su cuna improvisada por una delgada capa de trapos que separaba el duro cemento con el cuerpo frágil, el niño estaba siendo custodiado por otro niño de seis años “mi mamá está vendiendo mango, no hemos comido nada” señaló, mientras recogía su ropita después de haberse echado un chapuzón en el río.
El malecón del Paseo Manamo se ha convertido en el lugar escogido para la permanencia de familias warao por periodos no definidos: duermen en la intemperie, toman agua directa del río, comen y hacen sus necesidades en la orilla, ante la omisión de las instituciones responsables de asuntos indígenas en el estado Delta Amacuro.
“No es tiempo electoral, los warao son buenos solo para votar” señaló un ciudadano que pidió no revelar su nombre.
Para el final del año 2018, la coordinación regional de la Misión Guaicaipuro confirmó la existencia de 25 familias indígenas en las calles de Tucupita; identificando los asentamientos de indígenas warao en tres sectores de la ciudad: La Guarapera, Paseo Manamo y zonas adyacentes de la plaza Bolívar.
Sin embargo, no hay cifras oficiales actualizadas. Lo único cierto es que la presencia de familias warao con numerosa cantidad de niños padecen a la intemperie sin agua, bajo el sol y la lluvia por la ausencia de atención en la salud, educación y los servicios básicos en sus comunidades de origen.
La vicaría apostólica indígena “Dani Consolata” con la coordinación del sacerdote Zack Kariuki Zacarias atiende a los niños warao en el vertedero de basura donde 30 menores en edad escolar permanecen fuera del sistema escolar
Otras instituciones como la Comisión Permanente de Pueblos y Comunidades Indígenas de la Asamblea Nacional han denunciado el abandono de la educación en las comunidades warao y la ausencia total de atención primaria, alimentación, desnutrición y las muertes silenciosas en los caseríos y poblados del estado Delta Amacuro.
PRENSA KAPÉ KAPÉ