Crisanto Gregorio León
Alberto un joven brillante estudiante de la carrera de Contaduría Pública, dejó llena de tristeza a su casa y a sus amigos, luego de perder la batalla contra una Leucemia linfoblástica aguda. Era el deseo de Alberto graduarse antes de morir, porque su enfermedad no tenía regresión. Saberse que estaba estudiando lo llenaba de alegría y de impulso. No obstante, eran demasiadas las necesidades que pasaba para comer, estudiar y luchar para lograr despegar de la pobreza.
Muchos colaboraron con ánimos y solidaridad cristiana, otros fueron mirones de piedra e inhumanos jactanciosos.
Llorando lo abracé y le dije, perdona Alberto, tus deseos no pude cumplir. Dudo de que haya amigos pues hoy ocupé a uno para regalarte tus sueños y se sintió ofendido. Y Alberto respondió. No tío, cuando son auténticos no abandonan sino entonces nunca lo fueron. Y Alberto cerró sus ojos.
Un joven de 22 años, que llevaba en silencio una enfermedad que lo iba matando aceleradamente y en un abrir y cerrar de ojos se lo llevó con rapidez.
Fue un adolescente con metas preciosas y se le hicieron inalcanzables. Lo cierto es que salvo casos de sensibilidades especiales, el dolor desgraciadamente para la especie humana solo le afecta cuando le toca de cerca, muy de cerca y en caso contrario el hombre se vuelve elucubrante , lleno de perjuicio , altivo , déspota y pedante.
Cuando le llegue de cerca el dolor al hombre y a la mujer de piedras, será la manera en que podrán saborear el sufrimiento y la pérdida del orgullo en un llanto lastimero y de arrogantes se convertirán en suplicantes.
Adiós sobrino, adiós Alberto, adiós joven contador.
Abogado/escritor