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Quiero referir de entrada que producto de un estudio investigacional del doctor Steven Shepherd, de la Universidad de Ontario Canadá, auspiciado por la Asociación de Psicología de los Estados Unidos, arrojó dos aspectos suficientemente llamativos: el primero destaca la felicidad y el placer que dice sentir mucha gente al saberse que son ignorantes en muchas áreas donde les corresponde hacer sus respectivas aportaciones para resolver casos; prefieren transferir a otros las soluciones.

La segunda conclusión que refleja esta indagación es la asimetría que manifiestan las personas, en los modos de captar los fenómenos de la realidad.

Dice el estudio, para este último aspecto, que varias personas pueden estar percibiendo algún fenómeno, el que sea a su alrededor, y al momento de expresar, de narrar lo que está viendo (percibiendo) lo hacen de manera dispar, y hasta contradictoriamente. Cada quien echa el cuento a su manera.

 Así, entonces, surgen los desequilibrios y hasta la inequidad entre las personas para asimilar las cosas, sus problemas y aportar soluciones. Por su puesto que tales disparidades también repercuten en los cuerpos sociales.

Preguntémonos:¿Cómo podemos diseñar una estrategia seria, concreta, con objetivos alcanzables; para la educación, por ejemplo, si de antemano estamos conscientes que cada quien diseñará sus propias estrategias, si cada uno va a  fijar sus particulares objetivos, armará  su específico tejido discursivo. Si cada quien va a tener su propia mirada de las cosas, si cada equipo humano, por sus propios intereses y circunstancias, va a apuntar aparentes soluciones en sentido contrario a las verdaderas realidades.

Suele ocurrir que cada vez que nos encontramos en algún atolladero, en un atasco social, alguien sale proponiendo que hay que designar una “Comisión de Reforma”; y jamás se les ocurre que de lo que se trata es de Transformar.

Porque por la vía de la reforma, y menos en el aspecto educativo, no vamos hacia ninguna parte; por cuanto sólo con reformas intentaremos reacomodar la cosmética, revisar los esquemas, el aspecto, las apariencias.

Mientras que la transformación va al fondo de los asuntos.

Con la transformación se hurga en lo verdaderamente profundo. Se trastoca y desmonta. Y para decirlo en las claves de Jaques Derrida: una transformación deconstruye las lógicas; es decir, el modo tradicional que escogemos para   arreglar los pensamientos, para alojar las ideas.,

Muchas veces, por pereza mental no nos atrevemos a revisar las racionalidades que han soportado y anidado a los movimientos sociales, que se han enquistado y no han permitido que éstos avancen.

Desde siempre, la humanidad ha reconocido y valorado a la Educación como una necesidad intrínseca y natural de/para los seres humanos.

Ha sido suficientemente estudiado que la educación constituye un exquisito fenómeno subjetivo y social que se posibilita únicamente entre humanos.  La Educación es el vehículo esencial para transformar todo.

El resto de los animales se adiestran, es decir: responden y se hacen sumisos a los designios de la diestra de alguien.

La educabilidad adquiere pleno sentido sólo entre humanos; porque si nos educamos abrimos nuestras mentes; motivamos, promovemos y alentamos los espíritus de superación individuales y societal.

Asumamos a conciencia, que hay una pareja unívoca indesligable: la educación y la libertad. Conforman dimensiones siamesas, sin la menor posibilidad de separación. Saben por qué. Porque una y otra se requieren, se necesitan, se complementan vitalmente. Educación y libertad es un binomio humano.

Un proceso educativo sin libertad vendría a ser poco menos que una aberración.

Determinantemente, todo proceso de enseñanza-aprendizaje debe observar como base sustentadora la Libertad de ser, de pensar, de decir y actuar. Lo contrario es adoctrinamiento (indoctrinación), contaminación ideologizante.

Para que la Educación, como la hemos concebido, sea un instrumento-fundamento para la transformación de las sociedades en libertad, debe ser Política de Estado y no programa de gobierno.

La educación en un sistema democrático, plenamente constitucionalizado, jamás debe responder a una exclusiva parcialidad política o ideológica.

Con esa intención el Estado, la Familia y la Sociedad se interconectan para la formación y educación de los ciudadanos y la sociedad.

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

abrahamgom@gmail.com

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